Por estas fechas de finales de
septiembre, se celebraba en Cártama la tradicional feria de San Miguel
que fue implantada en el año 1.903 (creía
que en 1.905 pero me ha corregido mi amigo, Juan Bedoya) para celebrar la entrada del otoño y salida de
verano, con mercado de ganado y fiesta
ferial popular (hoy en letargo virtual) que
tiene aún en el recuerdo enorme resonancia
social en el pueblo en su voz de
cada día, que lamenta el destrozo del sentido
y la praxis de tan tradicional feria otoñal. ¿Qué criterios y
causas reales han dado lugar a esta tropelía contra uno de los signos de
identidad de Cártama? Es muy seria la cuestión: signo de identidad tradicional…Solapadamente ¿se está haciendo lo
mismo a lo tonto con la feria de abril y la tradición mariana que la arropa? Esto
sería muy grave históricamente. Y ¿para
esto 21 concejales que pagamos todos? Mejor no “menealla”; olería, supongo,
peor…
El sustituir en cultura, tradición e historia lo
bueno consolidado y auténtico que tienen consagrado los siglos, por novedades adventicias de
desmadrado consumismo, embozado (lean el libro sobre Jarifa y el Abencerraje
del profesor cartameño, Francisco del Pino o, el que para niños escribiera
Pedro Dueñas) en pegadizos nombres literarios con designios electoreros,
silenciando al tiempo las virtudes de lo tradicional para que enraíce lo
“progre” como obra e iniciativa del
partido político del momento, en aras de intereses presuntamente espurios,
es zoquete truco que las gentes van
ya descubriendo pese al costoso alarde propagandístico empleado en el empeño.
El final del verano con sus faenas temporeras y la entrada del otoño, marcaba un hito en el
que el labrador se disponía a aprovechar las primeras lluvias para las siembras de este ciclo: alverjas, yeros, cebadas (en alcaceles y para
espigas) y, otros productos de huerta.
Entrañables fiestas del pueblo
trabajador. Se llenaban las calles de familias
departiendo de cosas comunes y proyectos populares, amenizadas las tertulias con
manifestaciones musicales plácidas, que permitían el diálogo interfamiliar y no los esperpentos de
percusión que últimamente martirizan ad hoc los oídos de la ciudadanía. Aquellas
eran fiestas populares, sin charangas de mal gusto, mientras que estos
percusores ruidosos que conculcan las leyes decibélicas y perjudican la salud sólo permiten el solaz de bebedores y son
típicamente capitalistas: Persigue que no se pueda hablar y, por ende, analizar los hechos (estamos en la sociedad
del ominoso silencio impuesto por los políticos), y sí consumir y devengar
impuestos para mantener la muchedumbre que
afanan de la política, con la que destruyen España y sus pueblos.
(Insisto, hay excepciones y, por cierto, que honran aún a la clase política de
Cártama y de España).
Sí se ha seguido celebrando la
feria de ganado, lo que es de aplaudir sin cortapisa alguna; otra cosa es que
la afluencia lógicamente sea menor, pero han sabido enfocarla de forma atrayente.
Se echa en menos las reseñas y
opiniones de la oposición. Al único que se la ocurrido decir algo, es a un concejal de Ciudadanos, que ha hecho
una reseña laudatoria de la feria de ganado, pero pasan como sobre ascuas en
todos los demás y morrocotudos problemas que tiene el pueblo como, por ejemplo,
el Hospital Comarcal y la tomadura de pelos que se trae con ello la Junta de Andalucía, no el
Ayuntamiento que demasiado ha hecho, al igual que la Diputación que puso un
dinero, en perjuicio de las inversiones en la provincia, pese a que todo las inversiones corresponden
subrogarlas a la Junta.
¿Qué es eso de que Cártama deba pagar en solitario unos suplidos en un proyecto del que se benefician 12 pueblos más sin aportar un solo euro, por mucho contrato que haya por medio firmado
por nuestro Ayuntamiento, a saber las
razones de ello y circunstancias conniventes.
Las “Noches de la bella Jarifa”,
copia de la de otros pueblos próximos comarcanos en detrimento de lo nuestro y
auténtico, como la feria “de día y de noche” es un vil remedo de la de Málaga,
han sido un triunfo de afluencia de forasteros, pero para los puestos de ventas
y la cultura popular ha sido un rotundo fracaso. Entre los puestos
tradicionales que han acudido, algunos me han dicho que no han hecho ni para
pagar la luz y la “antigua y legítima feria era de todas a todas, mejor”; y, la
añoran. Entre los bares hay división de
opiniones.
Y queda una pregunta: Qué
aportación de cultura literaria popular depara al pueblo esta fiesta en honor
del Abencerraje y la bella Jarifa.
Alguien debiera haber propuesto al Ayuntamiento que regalara un libro de
este romance fronterizo porque, sin
saber valorar el hito literario que invoca, esta celebración no deja de ser una
pedante cursilería, cual la del nombre Carthima (con “h” intercalada) que le
han quitado también al Teatro José González Marín en Cártama, su cuna.