A LA ASOCIACIÓN CULTURAL ABINDARRAEZ
Con
toda sinceridad y lealtad quiero decirles: Nada tengo, ni he tenido, contra sus
miembros en general, cual no puede ser
de otro modo en puridad. Más bien al contrario siempre he sido, y sigo siendo, un convencido activo de la importancia
bienhechora social del movimiento asociativo, el único que no ha costado a la
humanidad ni una gota de sangre ni una lágrima y, sí fue siempre como lo decía
en sus libros Ortega y Gasset (“España invertebrada” y otros) eficiente
vertebradora de la sociedad civil, cuando
ésta es realmente independiente de las
formaciones políticas. Yo mismo he creado en su día en Cártama, una Cooperativa,
una Asociación Vecinal y una APA que, sí dieron un indiscutible y formidable beneficio a
nuestro pueblo; ahí están los documentos fedatarios y los hechos.
Si, me he visto, obligado por ellos, a discrepar personal y radicalmente del
Presidente y Vicepresidente de esa AA. Cultural, Abindarraez, que me han
puesto en la necesidad insoslayable, y a mi edad, de defender de sus estulticias mi dignidad y propia estima y, denlo por seguro, así lo
seguiré haciendo si llega la necesidad de hacerlo: Del Presidente, porque
en mi actividad me permití una fútil licencia periodística (por otro lado
cierto su contenido) me ha vejado y herido y humillado en nuestra amistad de
toda la vida, dando muestras este señor de un fanatismo político casi
fundamentalista a lo Ayatolá. No le niego a nadie su proclividad a la mamandurria, si él respeta mi derecho a una actividad legítima y decente, sin vejarme por serlo.
El
Vicepresidente es harina de otro costal: Cuando hacía unos días me encontraba
abatido por la muerte trágica de un hermano del alma, me viene este señor a
decirme según afirmó le había “dicho a él otro (chismoso) amigo suyo, mi hermano no
había muerto por una depresión sino porque estuvo loco toda su vida” Ya por
eso, este señor demuestra, pese a su pretendida solvencia filosófica, o quizás por eso, tener
menos luces que un candil sin aceite. ¡Pobres niños bajo su égida lectiva! Lo
cierto es que hundió mi afligida ánima más
de lo que estaba, naturalmente en ese
momento. Mi hermano, fue todo lo contrario a lo que este individúo me traslada de él ya muerto, con su oprobioso chismorreo y zascandileo. Mi hermano (¡quietas lágrimas!) fue un ser exquisito, de carácter siempre afable y cariñoso, trabajador ejemplar. Pero ya, gracias a Dios, lo que siento por estos fulanos que tal hacen es el más mínimo
desprecio. Repito: He tenido siempre, y tengo, el máximo respeto por todos los
componentes de esta oportuna AA. Cultural.