martes, 12 de octubre de 2021

 

                         A LA ASOCIACIÓN CULTURAL  ABINDARRAEZ

            Con toda sinceridad y lealtad quiero decirles: Nada tengo, ni he tenido, contra sus miembros en general, cual  no puede ser de otro modo en puridad. Más bien al contrario siempre he sido, y sigo siendo,  un convencido activo de la importancia bienhechora social del movimiento asociativo, el único que no ha costado a la humanidad ni una gota de sangre ni una lágrima y, sí fue siempre como lo decía en sus libros Ortega y Gasset (“España invertebrada” y otros) eficiente vertebradora de la sociedad civil,  cuando ésta  es realmente independiente de las formaciones políticas. Yo mismo he creado en su día en Cártama, una Cooperativa, una Asociación Vecinal y una APA que, sí dieron un indiscutible y formidable beneficio a nuestro pueblo; ahí están los documentos fedatarios y los hechos.

            Si,  me he visto, obligado por ellos,  a discrepar personal y radicalmente del Presidente y Vicepresidente de esa AA. Cultural, Abindarraez,  que me han  puesto en la necesidad insoslayable, y a mi edad, de defender de sus  estulticias  mi dignidad y propia estima y, denlo por seguro, así lo seguiré haciendo si llega la necesidad de hacerlo: Del Presidente, porque  en mi actividad me permití una  fútil licencia periodística (por otro lado cierto su contenido) me ha vejado y herido y humillado en nuestra amistad de toda la vida, dando muestras este señor de un fanatismo político casi fundamentalista a lo Ayatolá. No le niego a nadie su proclividad  a la mamandurria, si  él  respeta mi derecho a una actividad legítima y decente, sin vejarme por serlo.

            El Vicepresidente es harina de otro costal: Cuando hacía unos días me encontraba abatido por la muerte trágica de un hermano del alma, me viene este señor a decirme  según afirmó le había “dicho a él otro (chismoso) amigo suyo, mi hermano no había muerto por una depresión sino porque estuvo loco toda su vida” Ya por eso, este señor demuestra, pese a su pretendida  solvencia filosófica, o quizás por eso, tener menos luces que un candil sin aceite. ¡Pobres niños bajo su égida lectiva! Lo cierto es que  hundió mi afligida ánima más de lo que estaba, naturalmente  en ese momento. Mi hermano,   fue todo lo contrario a lo que este individúo me traslada de él ya muerto, con su  oprobioso chismorreo y zascandileo.  Mi hermano (¡quietas lágrimas!) fue un ser exquisito, de carácter siempre afable y cariñoso, trabajador ejemplar. Pero ya, gracias a Dios,  lo que siento por  estos fulanos que tal hacen  es el más mínimo desprecio. Repito: He tenido siempre, y tengo, el máximo respeto por todos los componentes de esta oportuna AA. Cultural.