DECEPCIÓN Y ESCEPTICISMO
Aún recuerdo con
saudade la época en la que los hombres
decían de forma habitual, por principio,
la verdad; las posibles y raras excepciones nunca alteran la regla. Entonces, eran leales, francos; no eran aún los tiempos de la posverdad y, si un hombre prometía algo, lo
cumplían, etc.
En estos tiempos, eso ya no es así: Estamos en un sistema socialista-comunista ostensible que jamás en la historia fueron serios. Ni leales si mediaban designios torvos (tal he descubierto estas últimas fechas).
Y, a los actos humanos cotidianos, a los
hechos patentes, a la verdad histórica, al hecho mondo y lirondo, a la zafiedad que es la norma hoy en las relaciones sociales, salvo las honrosas excepciones y, a la prensa y hemerotecas de ella etc., me remito.
En efecto, no puedes confiar
enteramente de algunos amigos, de no
pocos políticos y, puede que hasta de algún sobrino y su circunstancial amigo, el consabido docente
socrático y, yuntero en chismes y especies aleves hurgadas en problemas íntimos de familias que no conoce y las utiliza
contra la fama de persona honrada a carta cabal para trepar populacheramente. Si,
ya no hay que fiarse del más pintado, y
menos, si busca fama y populismo.
Los dichos, se creen “Gulliver
en el país de los enanos” o, el “Flautista de Hamelin”. Una pecha de reír son estas ridícula y minoritaria tropa de pedantones que
son, en no pocos casos, como berros adventicios.