****
***
Ayer, sobre
las 9.30 de la mañana, y cuando menos lo podía esperar, la Compañía de Electricidad,
ENDESA, sin previo aviso como era costumbre en ella, cortó el suministro eléctrico
a mi casa.
En efecto,
yo había confundido el orden cronológico de dos recibos pendientes. A las 9.45
los tenía ya pagados vía correos. De inmediato, llamé a “atención al cliente”
de ENDESA para notificar que ya estaba pagada la deuda y, rogar se me
restableciera el servicio eléctrico, pues somos un matrimonio de 82 años, ambos
gravemente enfermos y hemos de hacer de comer, encender la estufa, bañarnos, luz,
etc.
“Sí, en efecto, hemos recibido el pago, pero
hasta mañana no se le puede restablecer el servicio; siempre que hay un corte se
aplica esta pequeña penalización
ejemplarizante”, me espetó la persona que me atendía.
En vano le
insté, rogué, supliqué y quise hacerle
comprender que pasar así una noche era problemático a nuestra edad y enfermos,
o sea, que la situación que se creaba en
una familia de autonomía menguada, era grave. Y nada, siguió en sus treces con
arrogancia irritante.
En este
país caciquil y feudal, de chorizos en tripa blanca y corruptos recalcitrantes,
el dinero es el “señor” que manda y castiga, y,
si los hideputas (honoris causa) no exigen el derecho de pernada a la ciudadanía,
abrumada a impuestos, sobreprecios y
cargas, es porque los imperativos orgásmicos esta chusma los satisface con “don dinero”.
Recurrí a
amigos de dentro de la
Compañía , pero: “voy a ver que se puede hacer, aunque difícil
lo veo...”.
En esas, se
me ocurre llamar a mi amiga, la concejala de Servicios Sociales, ISI, del PSOE,
a ver si desde su puesto oficial podía hacer algo. Era la 1.30 de la mañana. Le
di los datos. A la media hora, la buena de ISI me devuelve la llamada: “Paco
el asunto está arreglado; baja los interruptores y, después, los levanta otra
vez que ya tienes corriente en tu casa...”
Así lo hice. Una bombilla que abrí previamente, se encendió. La emoción y la gratitud, como en otra ocasión,
anidó en mi alma. Ya los ojos de mi hada
madrina, la esposa, se iluminaron con mis mismos sentimientos.
Le prometí a ISI un beso en cuanto nos
encontrásemos. El alcalde, Jorge Gallardo, que estaba en el mismo despacho, cogió el auricular y me
dijo: “Paco nosotros estamos para servir a todo el mundo. Lo que necesites de
mi, aquí estoy”. “Un abrazo Jorge”. Y no
pocas veces he discrepado de Jorge Gallardo, pero eso no quita la lealtad
mutua, el afecto y el reconocimiento.
Tal pasó, y sin empacho alguno, lo cuento. No puedo decir lo mismo de alguien de
la oposición, sino todo lo contrario: Se solaza haciendo leña del árbol que cree caído; no cae en la
cuenta de que una de las cualidades de los árboles es la de renacer de
sus propias raíces. “Cosas veredes, Sancho...”
Y, las veremos; ya ves que sí...