para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno”.
(Antº
Machado)
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Dedico este artículo a mis amigos , los Hermanos de Padre Jesús de los "moraos" de Alhaurín el Grande, a los que tantas deferencias debo, y cuya fiesta grande, tan gratos recuerdos de niñez y juventud me despierta.
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Desde hace muchos años, mantengo
la costumbre de leer con fruición
espiritual cada vez más acentuada en Semana Santa, libros (prosa y poesía)
relacionados con la Pasión
del Justo por antonomasia, al que tengo, como cristiano, por Hijo de Dios y Dios mismo.
No siento complejo al decir lo que
antecede: Nació Jesús el Nazareno hace
20 largos siglos y, aún, se sigue hablando
día a día, y en todo lugar, de Él. Desde entonces acá son incontables
las civilizaciones, sistemas filosóficos, políticos, incluido marxismo --con sus variantes comunismo,
socialismo, trotskismo, etc-- que han ido desapareciendo, mientras la doctrina
y el testimonio de vida que Jesús de Nazaret nos legó, ha resistido, y resiste,
todos los embates históricos que han querido, y quieren, aniquilarlo para suplantarlo. A veces,
con persecuciones cruentas y letales de lo que siempre salió más fortalecido.
Nadie se atrevería, sin caer en el
ridículo, negar esta evidencia
histórica.
Su inefable doctrina es de amor, no de odio; por eso está
incardinada en los corazones de los seres humanos imprimiéndoles sentido
de eternidad. De ahí su prevalencia en
lo temporal.
Hace unos días, un
articulista establecía, en su columna
diaria, reservas, incluso históricas, sobre el Galileo. Es la moda. Pero, respetuosa, en
incluso fraternalmente, me atrevo a decirle que yo también, ha muchos años experimenté en mis adentros (la vida suele hacernos
víctima de injusticias que nos
dificultan toda creencia objetiva) “mi noche oscura del alma”.
Alguien (no recuerdo quien, pese a mi pertinaz capacidad memorística), me dijo: “te emplazo a que me digas una sola razón, fundada, para cuestionar la existencia de Dios. Por el contrario, son infinitos los argumentos que avalan su existencia; para constatarlo, basta abrir los ojos físicos, los del alma y atender el dictado del raciocinio. Pero no quieras desvelar objetivamente el profundo arcano de Dios, porque es misterio; solo vale la fe. Por demás, la existencia de Dios Creador la proclaman con arpegios de transcendencia, sus creaturas y la infinita armonía y leyes del universo, su Creación”.
Alguien (no recuerdo quien, pese a mi pertinaz capacidad memorística), me dijo: “te emplazo a que me digas una sola razón, fundada, para cuestionar la existencia de Dios. Por el contrario, son infinitos los argumentos que avalan su existencia; para constatarlo, basta abrir los ojos físicos, los del alma y atender el dictado del raciocinio. Pero no quieras desvelar objetivamente el profundo arcano de Dios, porque es misterio; solo vale la fe. Por demás, la existencia de Dios Creador la proclaman con arpegios de transcendencia, sus creaturas y la infinita armonía y leyes del universo, su Creación”.
Dos días después, me entregó un
recorte de periódico que contenía la siguiente cita de Einstein: “Cada vez que la ciencia hace un
descubrimiento, es una ventana por la
que se ve Dios”.
En más de una, y de dos, ocasiones, me vi envuelto en las brumas de la muerte (accidentes de coche, uno a altas horas de una oscura noche, dos aneurismas de aorta con intervenciones quirúrgicas de decenas de horas en quirófano, etc) y salí de ello de forma atribuible a la mediación de una Bondad Superior. No es de este momento abundar en este relato.
En más de una, y de dos, ocasiones, me vi envuelto en las brumas de la muerte (accidentes de coche, uno a altas horas de una oscura noche, dos aneurismas de aorta con intervenciones quirúrgicas de decenas de horas en quirófano, etc) y salí de ello de forma atribuible a la mediación de una Bondad Superior. No es de este momento abundar en este relato.
Si observamos las manifestaciones
procesionales de estas fechas conmemorando el drama
del Gólgota, y pese a cuanto
puedan tener éstas de lúdico y de aparatosidad
formal, como, a veces, de aparente folklorismo las manifestaciones marianas, en el fondo de sus corazones los seres humanos
de todas las clases sociales y nivel cultural, rezan a unos referentes con íntima y transida emoción de trascendencia. Desde el totemismo en los albores
de la humanidad, el ser humano tiene atávica certeza de Dios, y cada pueblo y civilización, lo han venido expresando a su manera.
El arte, ese inefable don del espíritu, a lo largo del devenir de milenios ha ido dado testimonio de las expresiones del sentimiento religioso del pueblo de cada era y época: Miguel Ángel, con sus célebres frescos de la capilla Sixtina; Rafael; en España, Velazquez y su célebre Cristo enla Cruz , Dalí, El Greco. Y en la música, el Ave María de Gounod, el Mesías son muestras, una por miles, de la incidencia en el espíritu humano del numen Dios. Y... en la poesía: El Cantar de los Cantares, los infinitos versos de San Juan de la
Cruz que ofrece alturas sublimes, el propio Lope de Vega, y
Calderón, etc.etc.
El arte, ese inefable don del espíritu, a lo largo del devenir de milenios ha ido dado testimonio de las expresiones del sentimiento religioso del pueblo de cada era y época: Miguel Ángel, con sus célebres frescos de la capilla Sixtina; Rafael; en España, Velazquez y su célebre Cristo en
Pero, ciñámonos a lo popular que
en semana Santa se manifiesta en las noches de procesiones con ese dolorido rictus de pena y amor de las imágenes, y de rezos y saetas que dice el pueblo. Saetas del pueblo que se
clavan en el corazón, cuando una Virgen, da igual que sea de la Esperanza , de Los
Dolores, de Zamarrilla, ve sufrir a su Hijo Justo, que parió en una noche de luna en un establo de Belén; “viste su
manto de luto y, con cara llorosa y las
manos de azucena cruzadas sobre el corazón traspasado”, entre fulgores de luces
y cabrilleo de rezos, es parada por la voz del capataz de trono: el silencio da
voces en el corazón de los cristianos, cuando es interrumpido solemnemente con el esmorecido cante de una saeta.
“Er cuerpo yeva doblao
Por el peso de la crú,
Y los sayones asotan
Su cara yena de lú.
Y, al poco trecho,
otra a la Madre
dolorida:
De las flores mas bonitas
Voy a jasé una corona,
Pa ponérsela a María
Hermosísima paloma.
Y, otra,
Por envidia te asotaron,
Por orguyo te prendieron,
Y tus bropas los sayones
Aluego se repartieron.
Y miles y miles que
dicta su corazón al pueblo liso y llano:
Claudia Prócula de Cartima,
A su esposo le rogó:
“No te metas con el Justo...”
Y él las manos se lavó.
Y la procesión multitudinaria
sigue lenta y recogida hacia su encierro; el pueblo que la conforma, establece
empatía con el sentido literal y profundo de las saetas, y con los pesares de
un Dios, que se ha hecho Hombre en aras de los pobres y los desvalidos, de los
que han hambre de pan y de justicia.
En las postrimerías de la noche,
llega como un eco diluido en el sentimiento de la aurora los arpegios de la última saeta:
¡Mirarlo por donde viene
Er mejó de los nasios!
Los ojos esparpitaos
Y el rostro descolorío”
Decía en el párrafo inicial, que
por estas fechas suelo leer prosa y poesía referida al drama bíblico: “Como llora Sevilla” emocionante
ambientación poética de la
Semana Santa escrita por el
Padre Ramón Cué; El Apocalipsis
de San Juan; todo el poemario de nuestro San Juan de la Cruz , “El villancico y la saeta” de mi amigo, ya desaparecido, Manuel
Benítez Carrasco:
“Al verte, mástil sin vela
Abandonado del cielo,
Intento darte consuelo.
Y eres Tú quien me consuela...
...y dejando entre tus dedos
Todo el poder, clavado,
Aún me ofreces el costado
Para quitarme los miedos...
Pero Tú arreglas las cosas
A tus maneras divinas;
Y, al devolverme las rosas
Te quedas con las espinas...
. Nunca falta en estas fechas la relectura de un poema de José Luís Estrada Segalerva (Romance de
aquella ermita) dedicada a nuestro Pepe González Marín, a quien tantas y tantas
veces acompañé a Alhaurín el Grande el día de Padre Jesús de los “moraos”, del que era gran devoto y amigo de
sus Hermanos, y él mismo un Hermano más: