sábado, 23 de marzo de 2013
POR QUÉ NO HAY PROCESIONES EN CÁRTAMA (II)
Dedico esta II entrega a mis paisanos, especialmente a los jóvenes.
****
Antes de proseguir con el tema semanasantero de Cártama, en esta segunda entrega debo tocar la razón por la que sí tenemos cada 23 de abril, tan apróximadamente a la Semana santa, la gloriosa procesión de Nuestra Patrona, la Virgen de los Remedios, mientras las de Pasión se cortaron en fechas próximas a la guerra civil, sin que después se restaurasen, cual hicieron otros pueblos colindantes, de forma pujante.
Ello conlleva necesariamente recordar el emotivo retorno a Cártama de su Patrona el día 26 de febrero de 1.938, como colofón de su andadura por las repúblicas iberoamericanas y New York. Peregrinaje de una “virgencita de Cártama en la madre Patria”, como le rompieron en llamarla por aquellas tierras transoceánicas los admirados devotos de todas las razas (guaraníes, quechuas, miskitos, caribeños, etc, integrados, como también, mestizos de españoles e indios, y españoles, italianos, chinos, etc. etc., emigrados), que le rezaron en sus idiomas y dialectos ancestrales respectivos, sobrecogida el anima ante la singular odisea mariana que estaban protagonizando el trío español de Cártama: El juglar y raptor, González Marín, su ayudante escénico, Antonio López Plana,“Antoñico”, y, la trasminada imagen de una virgen “chiquita”, Patrona de un humilde pueblecito lejano en la distancia, pero ya cercano en sus corazones por mor de la poesía hecha quejíos del alma común de los pueblos hispanos, en la garganta del sin par juglar peregrino y, la presencia de la Virgen exilada que, en los brazos del aedo y su ayudante, iba visitando todas las ciudades y pueblos de las repúblicas hermanas. Andanzas de amor y lirismo, que quedaron recogidas con sus pormenores y detalles en mi libro, “CARTAMA HISTÓRICA. EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA”, en el que, temiendo herir susceptibilidades, omití en él este entrañable hito que hoy recojo.
Porque he meditado profundamente sobre ello, considero un deber ciudadano y de lealtad a mis paisanos de nuevas generaciones, narrar el más que emotivo hecho. Entre otras consideraciones, porque tengo 82 años, y pocos coetáneos míos quedan ya, si es que queda alguno, que viviera el sublime momento, más bien memento, y, además, estén en condiciones de narrarlo por escrito. Por otro lado, la Historia contada con seriedad y rigor es, en frase cervantina-ciceroniana, “madre de la verdad, émula del tiempo, depósito las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y avisos de lo presente, advertencia de lo porvenir” El devenir histórico ha hecho axiomática esta sentencia, que mueve a reflexiones de vida a todo ser consciente. Somos historia.
Con mi humilde prosa solo pretendo ayudar a mis amables lectores a imaginar el inenarrable suceso. Describir la emoción de todo un pueblo que dio por quemada la imagen de su multisecular Patrona impregnada de los sentires, oraciones, peticiones, rogativas, confesiones íntimas de penas y alegrías de generaciones y generaciones de antepasados ante el sagrado icono, es harto difícil, al menos a este escribidor. Pero, tal lo se y puedo, lo relato sucintamente.
Son unos hechos que he vivido personalmente y, después, mil veces he escuchado narrarlos a los dos protagonistas humanos de esta cantiga mariana de nobles connotaciones históricas.
Nada más lejos, y menos dado mi carácter, que anhelar reconocimiento alguno por ello, ni por otras aportaciones en relación a la historia de mi terruño. Por el hecho de haber sido amigo íntimo de los protagonistas que me hicieron compartir sentimentalmente tan bella odisea histórica, me siento un privilegiado. Pero, no soy masoquista y, lo mismo que me es indiferente cualquier halago, sí me duele la sinrazón de juicios de valor, ciertamente duros y punzantes que, paradójicamente, ello me ha deparado de algunas personas, por cierto, pocas, pero con capacidad de crear corriente de opinión contra la fama y el honor ajeno.
Desde el año 1.579 que los cartameños sacaron su Patrona en rogativa ante un mortal epidemia de peste que Ella sanó, tal consta en actas capitulares y eclesiales --por ello llamada desde entonces La Remediadora (De los Remedios)--, según los anales nunca ha habido un 23 de abril que Cártama dejara de pasear, a hombro de sus hijos, a su Patrona remediadora. Ni siquiera aquel sonado y nefasto 22- 23 de abril de 1.936.
Ya tenía asumido el pueblo (aún laceradas sus almas por las letales consecuencias de la cruel y, por cainita, estúpida guerra civil) que aquel 23 de abril de 1.937 sería el primero, y para siempre, que Cártama no vería a su Patrona en presesión por su secular itinerario del lugar. Y así era: En Cártama no estaba Ella, su Santuario destruido, y la entrañable tradición, patrimonio por excelencia de los cartameños, rota.
Pero..., el día 24 de abril de ese mismo año de 1.937, llega de La Habana un telegrama remitido por Pepe González Marín, informando a todo su dolorido pueblo que la Virgen de los Remedios se la llevó consigo al zarpar para cumplir contratos artísticos en América, y la llevaría en su brazos recorriendo todas las repúblicas iberoamericanas, sus ciudades y pueblo, como pregoneros de poesía, devoción mariana y hermandad.
La tradición, pues, no se había roto sustancialmente: habiéndole cogido la fecha de sus fiestas en Cuba, igual que siempre en Cártama, también allí, la Virgen de Los Remedios cartameña fue paseada a hombros de devotos caribeños y españoles residentes, por las calles de La Habana entre una multitud asombrada de la gesta que presenciaban.
Al mismo tiempo anunciaba en el telegrama que a primeros de febrero de 1.938, devolvería a su pueblo la imagen de su Patrona, salva. Y que, la quemada, era una copia que él dejó en su lugar ¿Existe otro dechado de tradición mariana que contenga una cantiga de este tenor? Me he leído durante la investigación para mi libro, “EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA”, decenas de libros marianos, y, no he encontrado caso de tal tenor en lugar alguno.
Como en tantos otros sitios de la geografía española, durante este periodo bélico fueron quemadas las imágenes de la Iglesia Parroquial de Cártama (algunas antiquísimas y de inmenso valor artístico, como veremos detalladamente en otra entrega), destruido el Santuario mariano y el archivo multisecular, para destinar la Iglesia a oficinas políticas y almacenaje de mercaderías.
Pero volvamos al sobrecogedor y emotivo recibimiento que el pueblo de Cártama hizo a su Patrona al regresar de América el día 26 de febrero de 1.938, que dejo, por razón de espacio, para una IIIª entrega.