martes, 21 de septiembre de 2021

 

EL ABUELO Y SU DEVOCIÓN A  LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS

 

    Un  lluvioso día de septiembre, Frasquito Talento, mi abuelo paterno    (así le llamaban todos los vecinos del viejo municipio de  Cártama), cargó en un mulo, por cierto  prestado  ---sus bestias las tenían sus hijos en las besanas haciéndoles de arar, --- los capachos con  frutos de su huerta cuya venta le urgía  por ser  mercancía  perecedera y llevar tres día cogidos esperando que el temporal amainara.  

 

              Se encaminó, el abuelo con el mulo cargado al mercado de  Málaga para vender sus verduras; al llegar a Zapata, e intentar cruzar el Puente del Rey sobre  el Guadalhorce,  éste iba crecido por el temporal de lluvias y, su caudal, sobrepasaba el puente en  un cuarto de metro; en su comedio, el mulo metió  uno de sus brazuelos en un boquete que había abierto la corriente,  quedando inmovilizado a merced de los elementos, y  el río cada vez más crecido.  Cuando, aterrado, Frasquito Talento pedía socorro, se le apareció entre las brumas del temporal una mujer enlutada que le dijo: "Arriero tranquilo,  que ya vienen cinco hombres que arrengan en aquella choza,   para sacarle de su grave  situación”. 

 

             Llegaron esos cinco hombres de aspecto labriego y, casi en volandas, pusieron al mulo y al abuelo  Frasquito en la otra orilla del río.

 

 

            Cuando  el abuelo intentó dar las  gracias, ya petaca en mano para echar un cigarro con  sus salvadores, éstos no estaban y, jamás, pese a sus pesquisas y gestiones, pudo saber  quiénes eran ellos y  aquella enigmática señora enlutada. 

 

             Lo que más  alegró a aquel hombre de bien, fue  que salvaran al mulo, pues se lo había prestado  un amigo. ¡¡¡Quietas lágrimas...; cómo recuerdo al abuelo…!!!

 

            Cuando de atardecida volvió a su casa, mientras guardaba el dinero de la venta de los frutos en un “ceretillo-caja” de cogollos de palmas, Frasquito  contó a su mujer, María Vargas Franco, el suceso de aquella mañana

 

 

            María,  sobrecogida, envió a sus cinco hijos varones y algún yerno a preguntar y averiguar por los campos de Churriana y Zapata quienes podrían ser aquellos hombres y aquella misteriosa mujer enlutada pero, ni rastro de ellos y, tras un cierto tiempo de comentarios por el pueblo, todo quedó en el más profundo misterio pero, mis abuelos, mantenía su gratitud a quien sabían les había nuevamente, como cuando una riada se llevó su barca, de barquero del río con él dentro hacia el mar entre aguas fieras enlodadas, pero la barca topó con un álamo en un meandro por el que mi abuelo gateó y se amarró con la correa a una rama para, el sueño y el cansancio le vencía a lo largo de la negra noche no caer a las aguas  letales. Al alba allí  estaban sus cinco hijos y vecinos solidarios a la antigua, que con cordeles amarrados a los troncos de los naranjos y limones lograron subir al alto álamo y bajar y salvar a su padre que estupefacto no quitaba los ojos de la Ermita de la Virgen. 

 

              Rememorando el singular suceso,  se conserva hoy en el museo de la Virgen de los Remedios de la Iglesia Parroquial de Cártama, un dosel para el púlpito que el matrimonio regaló a La Virgen, por los muchos favores que Ésta les había hecho.

 

               EL púlpito era una joya de mármol blanco, que a la Virgen regaló el dueño de la Finca Almotaje y, del cortijo Molino Carvajal, Exmo. Sr,  don José Carvajal y Hué, que fuera varias veces ministro. La barca embarranco arrastrada por las aguas en una haza en donde las riadas las fueron enterrando y desde entonces aquella se llamó "la haza de la barca" a 100 metros de la casa de Carrión en el camino del Peñoncillo.