EL ABUELO Y SU DEVOCIÓN A LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS
Se encaminó, el abuelo con el mulo cargado al mercado
de Málaga para vender sus verduras; al llegar a Zapata, e intentar
cruzar el Puente del Rey sobre el Guadalhorce, éste iba
crecido por el temporal de lluvias y, su caudal, sobrepasaba el puente
en un cuarto de metro; en su comedio, el mulo metió uno
de sus brazuelos en un boquete que había abierto la corriente, quedando
inmovilizado a merced de los elementos, y el río cada vez más
crecido. Cuando, aterrado, Frasquito Talento pedía socorro, se le
apareció entre las brumas del temporal una mujer enlutada que le dijo:
"Arriero tranquilo, que ya vienen cinco hombres que arrengan en
aquella choza, para sacarle de su grave
situación”.
Llegaron esos cinco hombres de aspecto labriego y, casi en
volandas, pusieron al mulo y al abuelo
Frasquito en la otra orilla del río.
Cuando el abuelo intentó dar las gracias, ya petaca en mano para
echar un cigarro con sus salvadores, éstos no estaban y, jamás, pese a
sus pesquisas y gestiones, pudo saber quiénes eran ellos y aquella
enigmática señora enlutada.
Lo que más alegró a aquel hombre de bien, fue que
salvaran al mulo, pues se lo había prestado un amigo. ¡¡¡Quietas
lágrimas...; cómo recuerdo al abuelo…!!!
Cuando de atardecida volvió a su casa, mientras guardaba el dinero de la
venta de los frutos en un “ceretillo-caja” de cogollos de
palmas, Frasquito contó a su mujer, María Vargas Franco, el suceso
de aquella mañana
María, sobrecogida, envió a sus cinco hijos varones y
algún yerno a preguntar y averiguar por los campos de Churriana y Zapata
quienes podrían ser aquellos hombres y aquella misteriosa mujer enlutada pero,
ni rastro de ellos y, tras un cierto tiempo de comentarios por el pueblo, todo
quedó en el más profundo misterio pero, mis abuelos, mantenía su gratitud a quien sabían les había nuevamente, como cuando una riada se llevó su barca, de barquero del río con él dentro hacia el mar entre aguas fieras enlodadas, pero la barca topó con un álamo en un meandro por el que mi abuelo gateó y se amarró con la correa a una rama para, el sueño y el cansancio le vencía a lo largo de la negra noche no caer a las aguas letales. Al alba allí estaban sus cinco hijos y vecinos solidarios a la antigua, que con cordeles amarrados a los troncos de los naranjos y limones lograron subir al alto álamo y bajar y salvar a su padre que estupefacto no quitaba los ojos de la Ermita de la Virgen.
Rememorando el singular suceso, se conserva hoy en el museo
de la Virgen de los Remedios de la Iglesia Parroquial de Cártama, un dosel para
el púlpito que el matrimonio regaló a La Virgen, por los muchos favores que
Ésta les había hecho.
EL púlpito era una joya de mármol blanco, que a la Virgen regaló el dueño de la Finca Almotaje y, del cortijo Molino Carvajal, Exmo. Sr, don José Carvajal y Hué, que fuera varias veces ministro. La barca embarranco arrastrada por las aguas en una haza en donde las riadas las fueron enterrando y desde entonces aquella se llamó "la haza de la barca" a 100 metros de la casa de Carrión en el camino del Peñoncillo.