Nuestro
actual régimen, llamado democrático, ha derivado en el estado de la mentira sin
lugar a dudas posibles, y quien más ejercen este deleznable vicio de manara
continuada, es la llamada casta política, sin que las excepciones que,
naturalmente las hay, logren singularizarse de entre la asfixiante
masa de embusteros. En relación a ello, se nos ocurren algunas
reflexiones a vuela pájaro:
En la
televisión, y hasta en el propio hogar, los niños respiran mentiras. Y,
enseñarle a un niño a mentir, o no evitar que se habitúe a ella, es darle papilla envenenada. El niño tiene
derecho a la verdad como tiene derecho a la salud. Enseñarle a un niño a decir
la verdad siempre, es limpiar su alma del bajo polvo de la plebe, de la piara,
de la esclavitud que impone la
demagogia.
La etapa de
hombre es la recolección de la etapa de niño.
El hábito
de la verdad necesita, pues, no solo educación, sino cuna. El pueblo que
desconoce la altura de la verdad, y no la exige a sus gobernantes, es un
pueblo imbecil y esclavo. Y, el hombre singular
que quiere ser veraz pero no ser atreve a ello por respetos humanos y el
que dirá de la plebe de embusteros, es de una laya aún más baja y despreciable que estos. Nunca será persona el que
miente siempre, o no es capaz de decirle embustero al que miente, de palabras o
por escrito y en cualquier tiempo y lugar.
Es muy
triste presenciar día a día nuestra patria inundada de mentiras de todo jaez
de norte a sur y, de este a oeste; y, lo
que es peor, a muchedumbres y muchedumbres tragando trolas capitalizadas de ladrones descarados impasiblemente.
Hoy España es un una juerga de embusteros. Así nos va.
Este comentarista ha tiempo que hizo suya la célebre frase de Simón Bolívar:
"Con la verdad ni ofendo, ni temo"