Dedico este trabajo a mis amigos de la tertulia, “Mesa del Guadalhorce”, con reunión en el Restaurante Platero cabe
Sierra Gorda.
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LOS TOROS EN LA II REPÚBLICA Y EL
FRANQUISMO.- (I)
(De mi libro en creación sin corregir: “Memorias de un
niño de la guerra”)
Fascismo y comunismo son las dos
palabras que más recordamos de aquellos años los que éramos niños,“niños de la
guerra”; momentos aciagos de la preguerra, guerra y postguerra civil. Tiempos
convulsos en los que el Frente Popular y el Frente Nacional se empeñaron en que
España viviera una aciaga confrontación fratricida so pretexto de ser unos, u
otros, de izquierdas o de derechas, antónimos entonces como hoy, y después, de
marxismo y fascismo respectivamente.
Pese a mi corta edad, recuerdo con
nitidez inusitada que vivíamos con suma tensión en medio de un caos social y
político, que hasta los niños de cinco años percibíamos.
Incardinada en ese desbarajuste social
(así es el ser humano), existía otra preocupación lúdico-social de la que se
hablaba con la misma pasión que de política: Los toros.
Gil Robles, Largo Caballero, Calvo
Sotelo, Dolores Ibarruri (más conocida como La Pasionaria), Azaña, Prieto,
Franco (héroe de la guerra de Marruecos y, el general más joven de Europa),
eran los nombres que más se nos gravaba en la memoria.
De la Fiesta Nacional lo eran Domingo
Ortega, Rafalillo (íntimo amigo, como otros muchos toreros, del genial
cartameño, González Marín, en cuyo despacho-museo aún puede admirarse un
vestido de torear que aquel le regalara), los Bienvenida, Chicuelo, Márquez,
Pericás, Gitanillo de Triana (“Curro Puya”, el de las verónicas de carteles),
etc.
En definitiva, la fiesta nacional
secular de España: “Lidia. Lid. Lucha. Muerte”, y, subsiguientemente, angustia
social, panorama sombrío, impotencia de unos políticos y agresividad temeraria
de otros, deserciones, conspiraciones, cárceles, burgueses acobardados y
desafío altanero proletario, detenciones; latente premonición de los temibles
“paseos”.
2 de julio de 1.936. Fiestas de San
Fermín en Pamplona; 8 toros para Manolo Bienvenida, Domingo Ortega, “Rafalillo”
y Pericás. Tiros en la calle; desde un coche son tiroteados dos falangistas en
una terraza en fiestas; poco después, mientras la corrida sigue su curso de lid
y muerte, otros dos hombres mueren a pistoletazos casi a bocajarro al salir de
la Casa del Pueblo. La guerra no empezó el 18 de julio, latía desde mucha antes
de su estallido. En las calles de las grandes ciudades, enormes cartelones con
la Hoz y el Martillo y el consabido letrero, “Viva Rusia”. En el Teatro,
Estrellita Castro con su caracol en la frente cantaba: “Mi jaca galopa y corta
el viento, cuando pasa por el Puerto caminito de Jeréz...” García Lorca acababa
de escribir “Llanto por Ignacio Sanchez Mejías” matado por el toro, Granaino,
de Hermanos Ayala, en Manzanares:
Las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde...
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde...
En la otra orilla del Estrecho,
maniobras militares. Acumulación de fuerzas en Llano Amarillo. Se analiza por
el ejército la situación del país. “La República se hunde y hasta Maura está
convencido de que el remedio es una dictadura republicana nacional...”; por
toda la geografía patria enormes retratos de Stalin con el insidioso, “viva
Rusia”. ¿Y las libertades democráticas? Para la mente de los contendientes esto
era ya otro cantar. “¿Libertad, para qué?”, le había dicho Lenin a Fernando de
los Ríos cuando visitó Rusia, de donde volvió decepcionado.
10 de julio de 1.936. De nuevo cartel de
lujo en Pamplona: Ortega, El Estudiante y “Rafalillo” Y ... “el vino que tiene
Asunción ni es tinto ni blanco ni tiene color..” A Mola en su despacho
pamplonica le quema el teléfono en el oído. De improviso, un telegrama cifrado.
Aquel 10 de julio de 1.936, Franco, que en Tenerife ha vacilado hasta ahora si
unirse, o no, a la sublevación, decide hacerlo ante la muerte de Calvo Sotelo
por los socialistas de Prieto. Mola, de inmediato, le exige tome el mando de las
tropas de Marruecos.
En la referida corrida de abono, los
mentados toreros, Ortega, “El Estudiante” y “Rafalillo”, arrullados por la
pasión irreflexiva de la masa, cortan orejas y rabos a sus respectivos lotes,
de la ganadería de Galache.
En los tendidos vinos y fiambres, se
hace la ola y se canta: “uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, 4 de
abril y... ¡¡18 de julio!! España corta oreja, rabo y pata.
CÁRTAMA: José González Marín, acompañado
de su ayudante escénico, el singular personaje, Antonio López Plana, iban sobre
las olas del Atlántico en la singladura de la poesía y el amor de María madre
del gran perdonador de injurias, Nuestro Señor Jesús de Nazaret.
Tras almorzar en casa del poeta, José Mª
Pemán (al que enseñaron la imagen de la Patrona de Cártama que llevaban consigo
en un maletín, que se conserva) zarparon en el barco, Cabo Santo Tomé, en
Cádiz, iniciando aquel día de primeros de julio de 1.936, la cantiga mariana
más hermosa de la historia de las naciones, con raíz en un pueblo de España,
CARTAMA, al que le cupo tan mirifico honor y gloria, porque glorioso fue que al
conjuro de la poesía juglaresca y la devoción mariana que despertó una
Virgencita chiquita, todas las repúblicas iberoamericanas se hermanaron,
ratificándose el hito con la entrega de las enseñas nacionales por sus
respectivos presidentes de gobierno, para que a su vuelta de aquellas lejanas
tierras orlaran, como exvotos de gloria, los muros de su Ermita, tal fue
durante muchos años hasta que las quemaron en aras del odio y la estulticia.
Durante la singladura, estalló la guerra
civil y los componentes del Frente Popular se lanzaron a una orgía de
destrucción: la Ermita de la Patrona exiliada y la copia que sus salvadores
habían dejado en su lugar (de haber sido la real la habrían quemado igual),
Imágenes titulares de Cofradías señeras y populares, y, ya el día 1 de agosto,
recién llegada la Virgen a Buenos Aires, se mató al primer inocente de los 42,
o quizás más, que mataron los del Frente Popular en Cártama. El segundo fue el
industrial integrado en el pueblo de 33 años, José María Prolongo, dueño de la
fabrica de embutidos Prolongo, hoy Soler