sábado, 10 de abril de 2021

 

EL ZAHORÍ MUNICIPAL      

El estar ya a las puertas del siglo XXI, y en pleno imperio de las ciencias y la tecnología, no fue  óbice, ni cortapisa mental, para que el alcalde y adláteres técnicos de una población como Cártama, de más de 20.000 almas, ubicada a 15 minutos de la cosmopolita Málaga, a la hora de efectuar una búsqueda subterránea de agua en los aledaños del casco urbano, para paliar la sed que la pertinaz sequía estaba produciendo en sus parroquianos, en vez de contratar los servicios de profesionales del ramo, echaron mano de El Andarrío, zahorí de los andurriales locales porque éste, según el alcalde, le ofrecía más confianza al ser un hombre “del pueblo”. Dicho y hecho, pues menudo era (y es),   ---el tozudo y fundamentalista en la exclusión de lo que no sea afín al PSOE alcalde--- a la hora de tomar decisiones.

 

Aquella mañana, arribó al pueblo el mismísimo Presidente de la Diputación, con el Delegado de Vías y Obras Hidrográficas de la Junta quienes, previa llamada a rebato a la prensa, y flanqueadas del alcalde y el zahorí las extramunicipales autoridades --tal manda el protocolo, pues la cosa era  muy seria-- encabezaron una nutrida comitiva, en la que se encontraban también los cariacontecidos técnicos municipales de la cosa que no veían muy claras, concejales de todas las formaciones codeándose para estar más cerca de las “teles”, sin excluir a los de la oposición y, prietas las filas, algunos cantando “Montañas/nevadas…” y, “Soy capitán/de un barco inglés…”, todos en unión comenzaron a gatear por cerros, collados y altozanos de la parte Sur de las afueras próximas, sorteando majanos, saboreando las uvas palmas con que se topaban en las tocheras…, allá gateaban en busca del sitio donde, según aseguraba impávido el ínclito zahorí captarían el agua subterránea.

 

 La serreña de la Casilla del Cura gritó a una comadre que vio entre la comitiva:

 

-        ¡Manuelaaaa! ¡¿Quiénes son esa genteee?!

 

           La aludida contestó a todo pulmón:

 

-        ¡Catalinaaaa, es la trupe del Ayuntamiento y señoritos que se han descolgao hasta aquí desde Málagaaa! ¡Buscan agua pal pueblo y después vamos toos al Lagar Sanroso pa que Pepe Leche nos haga unas migas de panceta, que las arregla mu bien!

-         

-        ¡Yaaaa! ¡Hay gente pa tóooo! -vociferó la serreña.

-         

-        ¡Y que lo digaaaa, si lo sabré yoooo!  -se despidió Manuela.

 

El Andarrío entró en faena: llevando su varita de sierpes de olivo con una punta en cada mano, sujetadas a sus caderas y, la curva que tomaba la varita tal la del Camborio lorquiano, mirando hacia abajo, pateaba en espiral el terreno que, a previo golpe de vista avezado, creía más idóneo para hallar una corriente de agua subterránea que cálculo matemático prospectivo alguno. Se jugaba ni más ni menos que 400.000 pesetas, si daba con el H2O (léase, ¡Agua!).

 

El viejo zorro, Pepe Escalona -que antes había sido alcalde y por aquellos entonces era concejal de la oposición- había acudido al calor de las fotos y las secuencias televisivas con tan altos dignatarios pero,  oliéndose el muy zorro el impresionante ridículo en que podía desembocar aquel jolgorio tras el zahorí, obró en consecuencia: se agazapó tras una retama y, en cuanto vio la ocasión, se las najó pecho abajo más  de bulla que se persigna un cura loco (esta frase no encierra segundas).

 

En un transcendental momento, El Andarrío se paró en seco, miró de soslayo circunspecto y la vara se le empezó a empinar, la gente atónita seguía con la mirada el paulatino ascender de la vardasca que seguía izándose hasta que le llegó al zahorí a la altura de la nuez. Fue entonces cuando el zahorí tiró el cacho de sierpe de olivo y, cogiendo una enorme tosca, la levantó hasta la altura de la cabeza y, triunfal, la dejó caer a tierra, gritando mientras señalaba con el dedo:

 

-        ¡¡¡Aquí está el agua...!!! 

 

La pared del Tajo de la Umbría devolvió el eco del griterío de la trupe:

 

-        ¡Aquí está el agua, aquí está el agua, aquí está el aguaaaaa...!

 

El Presidente de la Diputación, enardecido, abrazó al alcalde, al zahorí, al Delegado de la Sección Hidráulica de la Junta y, a corro con el acompañamiento, bailó in situ la Mariminga, canción muy de moda por aquellos entonces:

                                           La Mariminga tiene un gabán

                                       que en cá bolsillo le cabe un pan…

 

Un mes después, en el lugar donde puso la piedra el zahorí  municipal, comenzaron a taladrar las máquinas, pero de agua, ni para abrevar un jilguero. A la desesperada, las máquinas taladraron también en una de las calles del casco urbano y, ni para abrevar a la burra del lechero, amén de secar con el taladro varias fuentes del pueblo. Y España entera supo por la prensa de esta singular odisea política que costó nueve millones de pelas  a las arcas del municipio.

 

El zahorí, que ciertamente acertaba casi siempre, señalando agua en otros sitios del pueblo y fuera de él, dejó como recuerdo su vara de olivo, a la que por orden superior se le dedicó un anaquel en la Casa Consistorial con un rotulito que reza: “Varita de olivo del “Camborio” hidrológico municipal…”