VERANO
(EN RECUERDO DE
ALEJO GARCÍA)
¡Qué ufanía del verano...!: Febril despliegue de faenas en los campos de las riberas fahaleñas y guadalhorzanas, moteadas otrora de cortijadas labrantías rebosantes de vida y trasiegos faeneros! De los desvanes y trasteros cortijeros se han sacado las herramientas guardadas durante la invernada: vielgos, horquillas, rastrillos, escobas de tarascas y sierpes para el barrido de los tamos en las eras, cribas y harneros, palas de venteo de los granos despajados, el rulo y los aperos de las colleras y recuas que trillarán las parvas; esquilas y campanillas...
A las yunteras carretas que efectúan la barcina de mieses desde los rastrojos a las eras, y el acarreo de remolachas a las estaciones de Cártama y Aljáima, se le untan los ejes, se le remiendan latigaduras y verifican y ajustan las varas laterales y los limones delanteros.
Llegaron los pipiónes abejorrucos que anidan en los boquetes escarbados en los balates del río. Y, la golondrina, volvió a colgar su nido de barro en el alero familiar y en las vigas de los “tinaos” invernales..
Desde los alcores del molino llega al llano, dándole majestad al silencio, el eco del cante abandolado de caminos del carretero al son de los esquilones de sus bueyes, copla que se hace memento sereno en las noches de luna, mientras los braceros espantan el cansancio del duro trajín diurno de sol a sol chirivitero, soñando sueños imposibles en su duerma sobre las parvas.
El rebuzno de un garañón en celo espanta a su paso por el realengo a la abubilla que rebusca con su corvo pico y cabeza con peineta de leves plumas, las semillas desprendidas de los carros y angarillas de las barcinas.
Es la estación plenaria en la que se llevan a cabo la recolección de cosechas y los esquilmos de higos, almendras y chumbos en los cerros de la sierra de las “Viñas”, en donde las familias esquilmeras pasan el verano con paredes de adobe y techo de juncos y palmas; esos chumbos que al alba vendía el chavea en su borrico baja en cestos encostalados y pregona su oferta mañanera: “¡¡Andén a los frescos..., chumbos frescos, gordos y reondos...!!”
Por sempiternos caminos de herraduras y realengas, con bordes de granados en flor, bullen los carros y carretas cargados con productos de las huertas, que al amanecer han de estar para su venta en el mercado de mayorista de la capital.
Es (¡era!) el verano guadalhorceño. Y, junto a su añoranza, quiero hoy dedicar un encariñado homenaje en la memoria, a un gran hombre que no perdía ocasión, sobre todo en verano cuando hacía rengue estival en latines: Alejo García, abandonado ya el Seminario, periodista de casta (dio la primicia radiofónica de la legalización del Partido Comunista durante la transición) que nacido en Alhaurín el Grande, e hijo predilecto de esta Villa, debió serlo adoptivo de Cártama, pero... ni una calle (en Alhaurín una Barriada; lo de siempre...
Quería a esta tierra y durante su niñez y juventud pasaba más tiempo aquí con sus abuelos, tíos y primos, que en Alhaurín el Grande. Como una muestra por cientos de ello, al final se inserta un reportaje fotográfico que sugiere la vida horaciana, “la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido”, que antaño se vivía en los campos de estas tierras que riegan los ríos, Grande, Guadalhorce y Fahala y que tanto le gustaba disfrutar a Jesús Alejo García Ortega.
Alejo Jesús García Ortega (“Alejo García”) periodista famoso: Tiene Alhaurín el Grande una virtud noble y diferenciadora: Que sabe honrar a sus hijos ilustres, lo cual, honra también al pueblo y a sus gobernantes. Como debe ser en gentes bien nacidas.
Hace muchos años entré a comprarme
un purillo, en un Estanco de Calle Monte de Oca en Málaga, que resultó ser de
la madre de Alejo García. Allí me llevé la alegría de encontrarme con él, y
cuando supo que yo buscaba un libro especial (“Memorias de un reclamo” escrito
por un laurino, Juan Vazquez del Río y desarrollado todo su argumento en “el
lugar”: un reclamo de perdiz que cuenta las cosas que ve en su pueblo), Alejo me dijo: “No lo busques en Málaga, está
agotado, yo te lo mando desde Madrid...” y, así lo hizo: a los cinco días estaba
yo leyendo el libro.