El Diario
Málaga-Hoy del 11 de mayo, saca de nuevo una noticia que, en realidad de
verdad, está más vista que el mear.
Según datos que, al parecer, de
forma más menos embozada en la ambigüedad,
ha facilitado a este medio el Consejero de Sanidad de la Junta de Andalucía, la solemne, enésima y consuetudinaria promesa verbal y escrita conjunta (Dios los
cría…) por la Consejería
de Sanidad y el Ayuntamiento de Cártama, de que
este año de 2.015 el Hospital Comarcal del Guadalhorce sería puesto en
servicio, resulta una nueva trola, o embuste, o mentira (o como coño queramos
llamarle) de ambas instituciones que ya nos tienen el gañote seco de hacernos tragar
tantas trapisondas. Solía decir el Nobel
de literatura, Benavente: “La peor verdad sólo cuesta un gran disgusto; la mejor mentira (con la que estos macanditos
creen que tragamos) cuesta muchos
disgustos pequeños y, por fin, el disgusto gordo”; comparando, es como la traca
que en las antiguas y gloriosas ferias de Cártama, de abril y septiembre, se
echaba a lo largo del ferial (calle de “En medio”) pasadas las dos de la madrugada del último día, que iba dando tronidos a lo
largo del recorrido y terminaba con un explotío que temblaba el verbo y
despertaba a todos los mochuelos, buhos y lechuzas que siempre habitaron las
estribaciones del cerro del Castillo.
A partir de aquí, la última
“estación”: A los puestos ad hoc apara tomar chocolate con churros, o guñuelos, pegado cada cual al costillar de
su hembra (y viceversa); y, después, varios días la nostalgia de aquellas
jornadas de organillos, mercado (donde
entre carreras de mulos y borricos se oía la vocecita del zagalillo vendedor de
agua entre el bullicio jaranero de tratantes y “correores”
(¡agua
fresca a gorda la pechá! y cuando vaciaba el botijo volvía a llenarlo con un jarrillo de lata en
el agua dulce del pocillo de Gasparillo), bailes agarrados en el patio de la
música, o caseta oficial, y las norias de Joaquín que tras varias vueltas en el
aire preguntaba a la chiquillería, “¿queréis
más”, “¡¡síiii!!”, gritaban desde
las barquillas, y el bueno de Joaquín el de las norias seguía dándole vueltas a
los canjilones al tiempo que tocaba sus
platillos (“¡chichipún, chichipún…!). Y el puesto de algodón de azúcar, y el de turrón y
cacahuetes, y los cochecitos topes, y el del tiro con escopetas de plomo a los patitos de
hojalata que iban pasando o a los palillos mondadientes enhiestos en baterías
especiales, y toda una gama de vivencias
entrañable que hacía felices en aquellos años duros a niños y mayores. Ya lo
dijo Bartrina en versos eternos:
Si el ser feliz creo serlo,
Sufro en mi dichoso
estado,
Pues me hace desgraciado
Sólo el miedo de
perderlo...
Quizás la felicidad no consista
en las muchas cosas poseídas, como
ocurre en estos tiempos, sino en el modo de gozarlas, aunque sean menos.
Y, de todo aquello no tan lejano
en el tiempo ¿que se hizo?. ¿Se ha mejorado en el sentido de integración
social, o se ha anonimizado, materializado, sectarizado capitalizadamente por
los traficantes del voto? Pues sepan una cosa estos respetables señores de lo
políticamente conveniente: La mentira engaña sólo a los que la dicen sic. Ya se
les ha visto el culo con lo del Hospital, a cuya invocación tantas elecciones
se han ganado. ¿Lo lleva ya alguno de
los partidos en liza en su programa? No sería de extrañar.
En este escaparate de poses
engañosas en que se convertido la política, el colmo es que ha puesto un
generador de energía eléctrica exclusivamente
para tener encendi de noche junto a una autovía el letrero luminoso que
indica el sitio del Hospital Comarcal, que no sabe nadie cuando será abierto.
Es una trampa letal, pues cualquiera que tuviera un accidente de tráfico con
lesiones en la autovía no dudaría en llevara los heridos a un Hospital
abandonado que le haría perder un tiempo vital para los lesionados.
Y, siguiendo el hilo del inocente símil que queda escrito antes, el
tronío gordo del Hospital aún no ha llegado; llegará dentro de varios años,
cuando aún no se haya abierto porque todavía durará la retahíla falaz y de
compadreo de la Junta
y el Ayuntamiento sobre quien ha de pagar la instalación de la corriente
eléctrica que, al parecer, cuesta dos millones de euros, y la gente, por fin,
se de cuenta de que habiendo un hospital sin abrir en la comarca, tienen que ir
al Clínico en cuyas urgencias, por saturación, obliga a que algunas veces los enfermos se tengan que sentar en el suelo. Tal como suena.
Es absolutamente anormal que sólo
Cártama esté obligada a cargar con un tercio de los gastos del Hospital cuando
son beneficiarios de su presuntas prestaciones algún días 12 pueblos más de la Comarca que no colaboran
con en sólo euro. ¿Qué clase de
galimatía gestora es esta? En otro suelto lo explicaremos más ampliamente;
ahora estamos en campaña electoral y hay que respetar los embustes de cada uno
de los que se postulan al pesebre, todos respetables.