"LARITA"
A mis buenos amigos, Ana María Romero y Emilio García Castillejo
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Matías Lara “Larita” y su relación
con Cártama. Matador de toros español,
nacido en Málaga el 15 de agosto de 1885, y muerto en Guadalajara el 27 de
octubre de 1957. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de
“Larita”.
A los trece
años de edad dio lidia y muerte a un becerro en Beas de Segura (Jaén), y a los
quince vistió su primer terno de luces en la capital jiennense. Se forjó como
novillero arrojado y valentón -bien es verdad que escasamente dotado de finura
y elegancia- a base de traspiés y revolcones sufridos en las pequeñas plazas de
su comarca (EN CRTAMA TOREÓ EN MUCHAS OCASIONES DURANTE LAS CAPEAS Y “CORRÍAS” DE FERIAS DE AÑOS HA, INTERVINIENDO ALGUNAS VECES CON
LOS LOCALES, “EL QUICO”, “ANTONIO ELOY”
Y OTROS, RECIBIENDO EN UNA OCASIÓN UNA CORNÁ DE UN TORO DE CARRETA QUE,
LAGARTIJO EL GRANDE QUE PASABA POR CÁRTAMA PARA EL BALNEAIO DE TOLOX, LO VISITÓ
Y EXCLAMÓ AL VERLE LA HERIDA :
“COMO ESA NO LA HE RECIBIDO
YO EN MI VÍA…) llega al día 1 de
septiembre de 1914, dispuesto a tomar la alternativa ante la atenta mirada de
sus paisanos. Se hizo acompañar, a la sazón, por el también
malagueño Francisco
Madrid y Villatoro (“Paco
Madrid”), quien, sujeto a las tradicionales obligaciones que le imponía su
condición de padrino, le cedió los trastos con los que había de acometer la
lidia y muerte a estoque de un astado perteneciente a la ganadería de González
Nandín. Lo más notable de esta ceremonia, contemplada desde esa perspectiva que
confiere el paso del tiempo, estriba en que atestiguó el doctorado del
toricantano el genial espada trianero Juan
Belmonte García.
Para
confirmar en la Villa
y Corte la validez de este título de doctor en tauromaquia, Matías Lara Merino
(“Larita”) hizo el paseíllo en las arenas madrileñas el día 3 de julio de 1915,
en los prolegómenos de un festejo nocturno en el que se jugaron reses marcadas
con el hierro, la señal y la divisa de Olea. En aquella ocasión, hizo las veces
de padrino el popular matador almeriense Julio Gómez Cañete (“Relampaguito”),
quien facultó a “Larita” para trastear y estoquear al primer astado de la
noche, ante la atenta mirada del coletudo vallisoletano Pacomio Peribáñez y
Antón.
Manuel Lara
(“Larita”) se mantuvo activo en el ejercicio del toreo hasta la temporada de
1933, en la que cumplió cuarenta y ocho años de edad. Esto significa que tuvo
el mérito de anunciarse en los carteles de una época en que la competencia
quedaba supeditada, primero, al mandato irrefutable de dos de los más grandes
toreros de todos los tiempos -José
Gómez Ortega (“Joselito” o
“Gallito”) yJuan
Belmonte García-; después, al de otras colosales figuras contemporáneas
-como Rafael
Gómez Ortega (“El Gallo”), Rodolfo
Gaona y Jiménez, e Ignacio Sánchez Mejías-; y, finalmente, a una excelente pléyade
de sucesores -como Manuel Jiménez Moreno (“Chicuelo”), Joaquín Rodríguez Ortega
(“Cagancho”), Cayetano Ordóñez y Aguilera (“Niño de La Palma ”) y, entre otros
grandes maestros, Marcial
Lalanda del Pino-. Tal vez esta coincidencia con toreros tan excepcionales
en la hondura y expresión de su arte fue lo que impulsó a “Larita” a inclinarse
hacia un estilo un tanto zafio, pero muy efectista y aplaudido, a juzgar por el
número de partidarios que lo celebraban. Era rudo en el manejo de los engaños;
sin embargo, mostraba tales alardes de valor y temeridad, que la gente acudía
gustosa a verlo torear. De ahí que Matías Lara Merino ("Larita")
constituya un raro ejemplar en la historia del Arte de Cúchares, puesto que ha
dejado una imborrable memoria de su nombre, sin haber sido jamás aclamado por
la finura de su arte ni por la depuración de su técnica.
Por
desgracia, la afición se cansó pronto de esta peculiarísima manera de entender
la lidia, lo que llevó a "Larita" a morir, sumido en la pobreza, en
una residencia hospitalaria de Guadalajara.
Pues este torero Malagueño, tan
relacionado con Cártama en momentos duro de su vida no encontró otra persona a
quien pedir ayuda que a nuestro paisano, José González Marín (“que buen señor…”) en una emotiva y
original carta de su puño, letra y faltas de ortografías del siguiente tenor:
Es conocido el gesto de González Marín al saber la situación de su viejo amigo: Lo llamó a su Hotel, le hizo un obsequio de DOSCIENTAS pesetas (mucho dinero enton ces) para que pagara sus deudas y le sufragó la estancia en el mismo Hotel que él hasta que, Matías, llevó a cabo el viaje que tenía proyectado.
Es célebre la frase de Matías Lara al despedirse de su amigo el rapsoda cartameño: "Hoy lo digo; estoy vivo por este ángel protector que lleva por el mundo su corazón atestado de ideales y sentimientos nobles...Dios me iluminó al sugerirme en mi interior a quien tenía que acudir"
Este proceder fue una constante en Pepe González Marín durante toda su vida, y, la primera beneficiada, Cártama; quienes lo vimos, lo sabemos.