Un vecino mío, labriego de una mediana labor de campo, estaba constantemente regañando a uno de sus seis hijos porque no sabía, ni quería, hacer faena alguna; todo el día se lo pasaba echando barzones, de correlindes y sesteando bajo los umbrosos granados de la realenga ; era un vago somático y mental de tomo y lomo. El padre, le dijo un día: "Ya que no sabes hacer otra cosa, ¡so vago! que me tienes aburrido, vete a guardad los guarros y, al menos, nos ahorramos el sueldo del porquero".
Pasó el tiempo y, a Diego, también
pequeño labrador e igualmente vecino entrañable, y con otros pocos de hijos, uno de ellos era tan vago, inútil e
inepto como el del otro vecino. Pero, ahora, el padre no lo mandó a guardar
guarros (ya estábamos en democracia) y, su instinto protector paternal le indujo a hablar con un cabecilla de partido político del lugar logrando de él que metiera a su hijo el tercero de su lista electoral y, por ahí, comenzó el que el fulano y vago consuetudinario llegó a los más "oportunos" y altos puestos en el gobierno, mientras sus honrados y capaces hermanos, quedaron malviviendo pegados a la labor, sin que les sirviera para crecer en la escala social el ser, a diferencia de su hermano el "político", personas morigeradas, dueños de una seria templanza, recatados con el dinero ajeno, honestos, respetuosos con la verdad, y, en dos palabra anacrónicas, gentes virtuosas.
Amigos míos, lectores pacientes, esta es la triste historia (lo estamos viendo y comprobando a diario en nuestras carnes) de esta democracia nuestra que dicen que está consolidada Y tan consolidada: ¡para la chusma patria! (según el D.R.A.E. conjunto de galeotes que otrora servían en galeras purgando chafarrinadas)
NOTA: Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad. Esto no pasa de ser una fabulilla a lo Esopo ¡Qué me gusta el viejo Esopo!.
NOTA: Cualquier parecido con la realidad es mera casualidad. Esto no pasa de ser una fabulilla a lo Esopo ¡Qué me gusta el viejo Esopo!.