sábado, 16 de mayo de 2015

MÁS SOBRE EL PROGRAMA ELECTORAL DE CIUDADANOS

Vaya por delante que no milito en Ciudadanos ni en ningún otro partido; soy un hombre integral que, como diría Unamuno, ni me parto ni me divido. Soy libre de toda atadura ideológica de las que hoy sólo queda el nombre. Y voy a lo que voy.

Un programa electoral es el protocolo escrito de obligado cumplimiento en una o dos legislaturas (según la estirpe de las propuestas),  que los partidos políticos 
suscriben con sus electores. Su condición esencial es que se hace por escrito, o sea, sin las trampas que ofrece  la palabrería irresponsable, que tanto abunda en muchos partidos en la actualidad,  que el viento se lleva y, “si te vi, no me acuerdo”. “¡Res nom verba!”, reclamaba Cicerón a Catilina en sus célebres catilinarias (aunque con la cita  corremos el riesgo en la cultura imperante de que  ambos sustantivos se tomen por los apelativos de sendos futbolistas del Rayo Vallecano).   

El programa electoral es, pues,  la base de la democracia en su más pragmático sentido. Con el programa bien difundido a todos los ciudadanos, tendrían éstos suficientes elementos para juzgar la ralea ideológica, o ejecutiva, de cada partido en liza electoral. En virtud de mecanismo tan simple y barato, se evitaría los insultos a la inteligencia que supone las enchorizadas ristras fotogénicas en pancartas y papeluchos ad hoc, que  cuestan un huevo al pueblo, y que ensucian nuestras carreteras y calles quitándole al pueblo su auténtico sabor como tal. Da risa ver las farolas que en la carretera van de Cártama a la Estación. Las “afotos” de los políticos  hieren la vista y la estética urbana, y, encima, piden el voto a los estéticamente damnificados. 

En campaña  electoral debiera existir, más que en nada, una ajustada equidad de elementos propagandísticos, porque no pocas veces algunos ganan elecciones con operaciones de marketing y publicidad cara y bien orquestadas, aunque, los postulantes a cargos, tengan menos luces que un candil de barro. En definitiva, un pueblo que se precie de serlo, antes de votar a un partido  debe analizar la enjundia y veracidad o posibilidad de sus ofertas de gestión, y no dejarse llevar por el alarde fotogénico que estamos viendo estos días, que más parece un certamen de artistas con caritas maquilladas para dar el pastel. Los habladores son unos tiranos de tertulias radiotelevisivas y de corralas de pueblo; ciertamente el hablar es un bien humano comparado con los brutos, pero si detrás hay un noble discurrir, que no es el caso en muchos políticos vocingleros de la España actual.

Los que quieren siempre ser oídos y no escuchar a nadie, usurpan a los demás  el uso de una prerrogativa propia de su ser. Y lo más grave, es que quienes usurpan este derecho, son los que están para servir y no para ser servidos. Por ello, no hay tiempo peor empleado que el que se dedica a contemplar las pancartas de los políticos o a escuchar sus flujos verbales reiterando promesas que antes no cumplieron. ¿Qué beneficio puede obtener, salvo el de la paciencia,  el que escucha a un desatinado? He aquí la favorable sorpresa  que me ha ofrecido el acto de Ciudadanos de que hablaba ayer.

Dicho lo que antecede,  quiero referirme nuevamente al programa de Ciudadanos.  Es un alarde de sentido común y total carencia de demagogia irresponsable, porque:

1º.- No hace sino recoger necesidades patentes de nuestro pueblo, que otros partidos ya prometieron como factibles y jamás cumplieron, o lo cumplen mal. Ejemplos, el tan traído y llevado Dispensario Médico; los aparcamientos en el Santo Cristo que los vendieron en otros comicios como cosa cierta y luego fue otro embuste y,  lo peor, es que con una actuación de última hora se van a quitar gran parte de los poquillos que allí existen, lo cual perjudica a la tradición de nuestra fiesta de la Virgen de los Remedios, una de las pocas referencias  señeras que nos quedan, pues hasta de la figura de González Marín han exiliado su memoria a otros pueblos que lo tuvieron como hijo adoptivo; el tan anhelado Museo Histórico Arqueológico que se está publicitando como una obra faraónica y, en su capacidad relativa es un cuchitril cutre y dificultoso para acceder a sus tres camaritas; el parque agroalimentario; la fábrica de extrusión de Aluminio con propuesta de creación de 200 puestos de trabajo, y, el Ayuntamiento de turno, prefirió dedicar los terrenos ya apalabrados por los industriales, para un “pelotazo” urbanístico; la creación de una nueva Cooperativa de Cítricos como plataforma de comercialización de nuestros frutos, hoy depreciados por razones obvias. Etc.Etc.
.

2º.- El Parque industrial saturado en su pequeño espacio, lo que obliga a que industriales  de Cártama se ubiquen en Álora y otros pueblos.

3º.- El Chare u Hospital Comarcal, que es el fraude electoral más lacerante que se le puede hacer a un pueblo y a una comarca.

4º.- Oscurantismo capitalizado y embozado en tecnicismos en las cuentas municipales.

5º.-Caciquismo a lo Romero Robledo (“El pollo de Antequera”)         con las ferias de abril y septiembre ¿Quiénes son unos concejales para imponerles a un pueblo el cambiar una tradición consuetudinaria por una ocurrencia no meditada?.

6º.- Caciquil forma, que ni en tiempos de Franco, de gestionar las fiestas sin una Junta de Festejo que represente al pueblo.

  Este programa, en fin, pone de manifiesto la dolorosa realidad que existe tras la verborrea de los políticos que han llevado a Cártama a la ruina de forma  irrefutable. Ya sólo queda el veredicto del pueblo de obligado acatamiento por todos. La suerte está nuevamente echada. Ojala  gane el mejor. Elementos para descubrirlo sobreabundad y, “por los hechos los conoceréis”, que dice el Evangelio.