martes, 12 de mayo de 2020

EL RECITADOR DEL PUEBLO (En diario SUR--- 11-10- O3)


SUR dedicó a mi libro "...EL JUGLAR Y LA VIRGEN PEREGRINA" en una ocasión, dos páginas centrales completas; otro día una  página central completa; otra, un cuarto de página y, ademas de ello, distintas sueltos como este en que estamos. Algo por el estilo hizo algunos medios de otras ciudades, como  Córdoba y Sevilla. 

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González Marín fue el gran exponente del arte de la escenificación del versoUn libro rescata la figura del artista cartameño, quien hizo de la poesía un espectáculo culto en una época de hambre e ignorancia
J. J. BUIZAMÁLAGA. Lunes, 11 octubre 2010, 03:46
José González Marín (primero por la izquierda), con los hermanos Álvarez Quintero y varios actores teatrales de la época. ::
                             SUR/José González Marín (primero por la izquierda), con los hermanos Álvarez Quintero y varios actores teatrales de la época. :: SUR (Falta la foto a que alude Sur)
«Es un creador-un recreador de la Poesía, y desgraciado aquel que intente imitarle». Estas palabras, pronunciadas por todo un premio Nobel de Literatura como Jacinto Benavente, exponen con claridad el prestigio del que gozaba en su época José González Marín. Su trabajo como intérprete y recitador en los años treinta y cuarenta del pasado siglo le granjeó el favor de público y crítica incluyendo a los más destacados literatos, y ensalzando su figura a la categoría de estrella de los escenarios.
Ahora, un nuevo libro que acaba de salir a la luz ha recordado lo que significó González Marín (Cártama, 1889- Cártama, 1956) en aquellos tiempos de miseria e ignorancia, cuando el analfabetismo era una de las grandes lacras de la posguerra en España. «Él fue el primero que concibió escenificar el verso para liberarlo del secuestro de los intelectuales y llevarlo al pueblo llano; hizo la poesía asequible a todos», explica Francisco Baquero, autor de la obra 'Cártama Histórica. El juglar y la Virgen peregrina', en la que recoge algunos aspectos de la historia local, dedicando especial atención a su vecino más ilustre y a la gesta que protagonizó para salvar de la quema la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, Patrona del pueblo, en los momentos previos a la Guerra Civil.
No es la primera vez que Francisco Baquero dedica un libro a González Marín, a quien conoció personalmente. Ya lo hizo en 1998, cuando publicó junto con Pedro Dueñas y José Luis Jiménez 'El faraón de los decires', con prólogo de Manuel Alcántara y en el que hacía un exhaustivo resumen de la vida y obra de este singular artista. Para Baquero, que lleva años investigando y escribiendo sobre la cultura, las tradiciones y los personajes de Cártama, en Málaga nunca se ha reconocido lo suficiente el talento y la carrera de José González Marín, a pesar de que en su momento protagonizó brillantes giras por España y América Latina, llegando a ser condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica.
Su talento como intérprete lo explotó primero en la compañía de la célebre actriz María Guerrero, protagonizando papeles de galán que le dieron cierta fama en el mundillo teatral de entonces. Pero en 1927, cuando contaba con 38 años de edad, cayó enfermo y decidió regresar a la casa de su padre, en su Cártama natal. Durante su convalecencia, redescubrió la poesía española, y se entretuvo recitando versos y haciendo monólogos. Un día recibió la visita de José Estrada, amigo de la familia y uno de los abogados criminalistas más célebres del momento. Fue él el primero en escucharle y en aconsejarle que recitara ante el público, sin saber entonces que acababa de ver nacer a un nuevo tipo de artista que hizo de la literatura un espectáculo culto para todas las clases.
En pocos años, González Marín ya recitaba por todo el país, tanto fragmentos de clásicos como Góngora o Cervantes, como poesías de autores más recientes, entre ellos Antonio Machado, Rubén Darío, Salvador Rueda, García Lorca o Alberti, con muchos de los cuales entablaría amistad. Una crónica de la época escrita por el periodista Boris Bureba describe así uno de sus espectáculos: «Entre terciopelo, para que no haya aristas. Una mesa, un sillón, ambos de estilo español. Un vaso de agua, insuficiente todo para llenar un escenario de nuestro teatro español, González Marín sale y lo llena. Es figura menuda, y aún en su rostro hay ángulos que en otro pudieran decirse pronunciados. Viste de corto o capa parda. Mas no hay líneas. Recita, canta y se estiliza. Tanto se estiliza que el tablado resulta pequeño y la sala grande...».
La crítica especializada no cesó en elogiarle, tanto en España como en América Latina. En otro artículo de la época, el malagueño Julio Trenas decía de él: «Yo creo sinceramente que uno de los milagros de este maravilloso gitano-cartameño que es González Marín resultó, sin duda alguna, el hallarle la tercera dimensión a la estrofa poética». La prensa se divirtió mucho inventando piropos para el raposa, a quien se refirieron como 'pregonero de metáforas', 'Colón del verso en América', 'voz del corazón de España', 'torero de la poesía', 'loco de copla y versos', 'creador del arte único del decir' o 'príncipe de nuestra juglería', entre otras muchas brillantes definiciones.
Sus recitales también recibieron el reconocimiento de los más importantes hombres de letras del momento, incluyendo a los más escépticos como Miguel de Unamuno, quien, tras presenciar una de sus actuaciones, entró en su camerino y vociferó con encendido elogio: «¡Pepe, eres un bestia!». Francisco Baquero resalta la «versatilidad mímica» de González Marín, quien con suma facilidad cambiaba su plástica y su dicción del drama a la comedia, adaptando su acento para encarnar personajes andaluces, castellanos y hasta caribeños.
Caída en el olvido
Salvo Baquero, hoy pocos quedan en Cártama que lo conocieran personalmente, aunque todos saben de él por su hazaña con la Virgen de los Remedios y porque da nombre a una de las principales calles del casco urbano. Sin embargo, su talentosa carrera ha caído un poco en el olvido, en parte por la agonía del arte de la escenificación poética en los últimos tiempos y, de otro lado, porque algunas voces han ensombrecido su memoria por su ideología política, según Baquero.
En este sentido, el autor del libro siempre ha rechazado las acusaciones en este sentido que pesaron sobre González Marín, resaltando que durante muchos años siguió recitando a sus amigos Lorca y Alberti cuando la mayoría no tenía valor ni para nombrarlos. También habla de la labor de mediación que realizó ante el régimen para salvar la vida a un grupo de presos republicanos, paisanos de Cártama que iban camino de ser ejecutados.
A lo largo de su vida, González Marín protagonizó otro sinfín de anécdotas que Francisco Baquero se ha encargado de recopilar. Una poco conocida tuvo lugar una noche de verano en plena Alcazaba malagueña, donde recitaba frente a un selecto público. Casi al final de la actuación, hizo referencia a la situación de Gibraltar y se refirió a la bandera inglesa como «bandera colchonera», por su estampado semejante a los colchones de la época. Las palabras exaltaron al cónsul británico, presente en el acto, aunque a González Marín le salió una temperamental defensora: una joven Lola Flores, quien espetó ante el diplomático: «¡la bandera que dice José es igual que la tela de los colchones llenos de sayos en que duermen los churumbeles gitanos!».