lunes, 27 de julio de 2020

ASUNTO MUY SERIO

Carta a un 'millennial' sobre la Segunda República española. Por ...
"Intelectuales" de la 2ª República

            Yo, mero y humilde ciudadano de a pie,  defiendo, y defenderé, la Monarquía Parlamentaria que gozamos, manque Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en sus desproporcionados y delirantes  egos aspiren a ser Presidentes de una “imaginaria”  III República (Ínsula  Barataria que soñaba  para Sancho don Quijote). Y eso lo proponen   --qué poco respeto a todo un país con 47 millones de personas-- desde el mismísimo gobierno Monárquico Parlamentario del que forman parte  y traicionan por activa y por pasiva (¡manda huevos!).

            Si en la 1ª y 2ª Repúblicas  se inundaron  de sangre fraterna  los campos de España ¡qué riesgos no correríamos con una 3ª, y en manos de Pedro y Pablo, Zapatero, y otros tales!

            Pero no soy de los que dicen  las cosas sin fundamentarlas;  y, en coherencia,  a ello voy, siempre con el máximo respeto no me vayan a tildar que ofendo por una mera glosa historiológica.

            En el año 1.976 el Providencial para España Rey Juan Carlos I – al que unos indigentes historiológicos acusan hoy basados en los pobres testimonios ad hoc  de una braguetona especulativa Corina y, un chorizo chismoso “por la pasta” como el tal Villarejo,— tras hacerlo antes en España, pronunció un trascendente discurso en uno de los foros más altos internacionales, ambas Cámaras Legislativas de USA (equivalente de facto a la ONU) en el que estableció la línea  de política nítidamente democrática que hasta el final llevó a cabo a rajatablas.

               Venía a dejar claro:

            Que se atendría a un proyecto de conducta de gobierno democrático sin desviaciones,  ni siquiera mínimas, de lo  cual  hizo su columna vertebral de actuación a todo lo largo de su reinado, el más plácido y rico del devenir histórico de España.

            La suya, insistamos,  ha sido la mejor etapa que los españoles  (en palabras del  embajador Rupérez) hemos conocido  en doscientos años.  Y ¿se puede jugar a la Oca (“tiro porque me toca”) con algo tan vital y serio para la felicidad y el bienestar de la Patria?  Y, ¿cuál es la catadura  moral, política  e intelectual de los que tal proponen y  se proponen espuriamente a contrapelo de una Constitución que tiene votada el país entero  con sus regiones?

             Juan Carlos I, durante su reinado proporcionó  a España  la mejor reputación exterior que ha tenido modernamente. Este periodo de solvencia moral internacional, lo ha echado por tierra el nefasto y nefando (¡sí, nefando!) gobierno socialista  comunista de Pedro y Pablo.

            La Transición hacia la democracia desde una dictadura blanda que Juan Carlos I propició ha sido, y sigue siendo, motivo de admiración y emulación por otras naciones, cosa que nadie ignora.

            El Rey es símbolo de la unidad  y permanencia del Estado y de la patria, y “quien impulsó decididamente  los debates constitucionales, y sentó las bases  del respeto con que los españoles ven reflejado en la Constitución el catálogo de sus derechos y libertades, etc, etc”

No es pues de recibo que el afán de protagonismo y poder de dos  miembros de un gobierno “arrejuntao” entre gentes de políticamente mal vivir en aras de espurios intereses sectarios y personales.

Tan peligroso  y grotesco resulta (hasta tiene la táctica  semejanza golpista desde dentro) la táctica espuria  de estos gobernantes?  que quienes ven las pantallas de las   TV que dominan con nuestro dinero (¡qué paradoja más aleve y vejatoria!) se quedan pasmado escuchando los parlamentos  disolventes de estos perroflautas.

Y hablan conculcando desde el gobierno los más firmes postulados de nuestra incambiable Constitución que tanto bien nos ha dado sus mandatos y reglamento a los españoles. Ley magna noble y consensuada que medre respeto de todos y oprobio y descalificación los que desde el mismo gobierno (¡manda huevos!) la conculca y proponen anularla para entrar en un periodo constituyente.

Y este eximio coletudo  se permite atacar la conducta  del ex Jefe del  Estado y Rey, sin ni siquiera respetar la presunción de inocencia y ejerciendo funciones  que en un Estado de Derecho deben ser ejercidas sólo por los jueces.

Y todo, en base al testimonio, cobrado, de los antes señalados testigos.