sábado, 18 de julio de 2020

RECUERDOS DEL PADRE LABRIEGO



La mañana reía luminosa;
Mudo  aún de sueño el barbecho
En el que mi padre ya araba  
Sin despertar las acequias
Que aún  miraban a las últimas estrellas.
Mi padre araba en la besana:
“¡Cejá Clavellina,
Y esta vaca pujosa!”…
“!Arrímate Coletera
Ara yunto, guaaaapa!...
El alba se había ido a la duerma
Reclinada su cabeza de luz en un lucero.
Aún en las baldas cantaban los gallos
Y en la higueras las brevas rayadas
Gritaban: ¡comedme, comedme…!
Mi padre sólo tras la yunta
Con la reja escribía el evangelio
De la espiga que sería pan y sagrada hostia.
¡Cuántos suspiros profundos
Enterraba en su entereza aquel padre
Que yo, niño,  sentado en un terrón, le miraba y  miraba…!
“Cejá Clavellina
¡y esta vaca  cabezona!…
¡¡Cejáaa Clavelliiiina!
Y  yo recitaba la oración
 que me enseñara la madre buena:
“Creo en  el Dios  Grande
Y pido a la Virgen del Monte
Que tenga buena arada el  padre
Para que nazca el trigo que 
siembra a boleo en las amelgas de la besana
y después entierra con la reja
en una mano la mancera y, en la otra, la ahijada”
En los herbazales la escarcha espejea
Mientras, el sol rubio se enseñorea del día;
 Mi padre para templar la yunta, de esta guisa le cantaba:
“Aquel pajarito, madre,
Que canta en la verde oliva,
Dígale usté que se calle,
que su cantar me lastima”

Las campanas de la Iglesia tocan  el  Ave María…
Las bandadas de alondras
Y del colmenar las abejas que revolotean
Son los evangelistas
De la honrada siembra.