viernes, 17 de julio de 2020

CÓMO ERA UN RECITAL DE GONZÁLEZ MARÍN




 Yo  lo  recuerdo asina:
 Sube el telón y aparece de fondo otro decorado por Blume.  Se encienden las candilejas. Una mesa y un sillón (ambos de estilo español). Una  jarra de agua y un vaso. Todo insuficiente para que un solo actor llene  un teatro, sea de España o de América. Pero González Marín  los abarrotaba  siempre, en sesiones de tarde y noche, ¡recitando  poesías! a públicos de todas las clases sociales y  nivel cultural. LLevó la poesía al pueblo.
Sale a escena el artista, y con palabras sencillas y exactas,  saluda al público. Su talante  personal, incluso en la calle, era poesía; quienes le conocimos así lo recordamos.
El rapsoda era  de figura mediana y complexión leve, su conjunto  denotaba espiritualidad a flor de piel; en su rostro había  ángulos que en otro pudiera decirse pronunciados. Vestía de corto, o capa parda. Era armónico en escena, pero sin líneas acusadas que sobresalieran. Recita, canta y se estiliza. Tanto se estiliza, que el tablado resulta pequeño, porque,  como dijo Manuel Alcántara, González Marín no es sólo un actor, que lo es,  es un actor y toda la compañía”.
La sala la ocupan centenares  de almas, de cuyos cuerpos sólo se ven manos cuando aplauden con admiración y entrega;  se   establece  una comunión con el actor  genial, y  forman con él interrelación  espiritual  más imponente que en un espectáculo  poético se vio jamás; en ello coinciden también, como veremos, todos los críticos de arte de la época en dos continentes de habla hispana.
Las cadencias líricas de sus recitados son al oído, lo que a los ojos serían miríadas de mariposas multicolores  revoloteando.  La palabra se encadena armónica a la mímica  del juglar moderno. El público permanece suspenso durante dos horas,  absorto en aquel singular  artista que se atrevió a liberar la poesía de las, entonces,  excluyentes  covachuelas  de los intelectuales, para devolverla  al pueblo, su auténtico dueño, escenificada de forma asequible a todas las clases sociales  de todos los niveles culturales. 
Desfilan por él los poemas de Salvador Rueda, del que paseó por  medio mundo los pregones de nuestra tierra,  cuyos primeros versos eran  de este tenor:
  Málaga, tierra que quiero  con mis entrañas.
  Yo escuché el coro inmenso de tus pregones
  Llenos de algarabías dulces y extrañas...
        Invoco aquí  esta estrofa, porque fue el cercano de Alhaurín el Grande   el primer público que escuchó la poesía recitada de sus labios, en  la primera actuación pública como recitador, tras muchos años de primer  actor en compañías famosas,  de Pepe González Marín, en  el año 1.929, de la mano del célebre jurista, y ministro, don José Estrada y Estrada,  su amigo quien,  por aquellas datas, solía veranear en la citada Villa vecina.
Fue la reválida para al artista comarcano. De aquí a Sevilla. Triunfo total en el Teatro San Fernando  hispalense, y de allí, al Teatro La Princesa  de Madrid y a renglón seguido al Español, en donde presenció sus actuaciones el eximio periodista, César González Ruano, quien le puso el sobrenombre de “El Faraón de los decires” que ya era rara la crónica que  no se lo llamara.  A partir de ahí,  fue  de triunfo en triunfo, y, con él la poesía y los poetas de España y de todo el mundo que  habla la lengua de Cervantes. En ese su primer recital poético, repito, en Alhaurín el Grande, según un cronista de la época logró entusiasmar a un auditorio integrado por sencillos labradores, cuya cultura estaba ligada a su brega con la dura tierra, aunque, ciertamente, no hay mejor escuela para el sentimiento poético, que el contacto cotidiano con las auroras,  los candilazos del ocaso y el canto de los pájaros en los campos abiertos. Quien así  lo proclama,  lo sabe.  


 ****

Su corazón de juglar,  asumía con armonía interior  la poesía escrita por los  trovadores y, su cerebro, la acababa, su boca, la modulaba y, sus manos, la engrandecían.  La lírica popular halla en él ecos y acentos  tal vez desconocidos, que le hizo afirmar sin ambages  a los Hermanos Álvarez Quintero: “El arte de González Marín, tiene sus raíces más hondas y su más comprensible excelencia en el sentimiento de lo popular… recitando  es una exclamación del pueblo. Éste, por medio de él, habla y canta  como enardecido…González Marín presta a la palabra el calor y la pasión de un corazón amando…”  Sí, Pepe González Marín fue voz del pueblo y alma de él.        
En la misma línea que los hermanos Álvarez Quintero, opinaron los  intelectuales de América: Eugenio Florit en el Diario, El País, de la Habana:
             ¿Qué magia se operaba en el público? No era magia: era el arte con mayúscula que se le ponía delante, y avasallaba los espíritus. Era también la poesía, que regresaba al pueblo cuando la recitaba González Marín”.  De la Habana, Mario Lescano Avellá:  La Habana tuvo el honor de escuchar al más insigne de los recitadores de nuestra lengua”.  Juan Bonich :       González Marín…interprete máximo de los poetas, embajador de España ante sus hijas emancipadas, mantenedor de una raza…”.   Como colofón de este resumen de   opiniones laudatorias por tierras de allende el océano, el célebre, Juan Rana, dijo de él en “El Universal de México”: “¡Salve, admirable artista, creador de un arte inimitable y único! ¡Salve  artista genial! Que España entera te arrulle con sus cantos rimados, para que tú puedas ir por el mundo alfombrando con ellos la senda gloriosa del idioma de Cervantes”
            Más adelante se incluye una relación resumida de lo que  de él y su arte excepcional opinaban todos los intelectuales, críticos, escritores, Premios Nobel, poetas, dramaturgos, etc, del genial hijo de Cártama en donde se nadea y ofende su memoria por almas mexquinas e indigentes lectivos.
En definitiva: Tres actos de arte puro, de embeleso. Centenares  de espectadores pendientes de él, perdida la noción del tiempo. Vítores y ovaciones. Por fin, baja el telón ---todo se acaba---, y, durante un largo rato, indecisión para volver a entrar en contacto con la vida.
 Así era, en el recuerdo,   González Marín como artista y, así,  era un recital suyo.


*****

                              
Como "poeta de poetas", mostró su más acusado y noble espíritu  poético como protagonista excelso de la cantiga mariana más bella de toda la  Historia. Cantiga no fabulada como las que nos legaron los  escritores  del Mester de Clerecía en los albores de la lengua castellana. No, la suya fue una cantiga mariana escrita en carne y hueso, con glorioso realismo ante el público más multitudinario y diferenciado del mundo.
En, efecto, en un momento aciago de nuestra Historia, cuando nuestros antepasados próximos decidieron, estúpidamente, arreglar sus diferencias matándose unos a otros, julio de 1.936, el genial Pepe González Marín,  ante  aquella  convulsión política, que se preveía terminaría inevitable e inminentemente en guerra civil, intuyó, y se lo confirmó secretamente un exalcalde republicano que estuvo en la reunión del comité que aprobó la quema  con todos los titulares sagrados  parroquiales (que así fue) de la Imagen de la Virgen de los Remedios patrona de Cártama. Una llamada  telefónica desde Málaga (por prudencia no desde Cártama) a Andujar donde actuaba el rapsoda: “Pepe que ¡la queman sin remedio si tú no la salvas llevándotela en tu  inminente gira por América! ¡Pepe eres el único que puede salvarla a Ella!...”  (Secreto que yo le he guardado hasta ahora cuando ya no tiene sentido  la reserva, pues ambos protagonistas han  muerto; el alcalde asesinado por sus propios correligionarios
De acuerdo con el párroco, que ya tenía la sagrada imagen en un altar ad hoc en su propia casa, porque la iglesia parroquial había sido secularizada, se la llevó con él a América en donde tenía contratada una turné artística de año y medio por todas aquellas repúblicas hermanas.
En loor de devociones espontáneas a la Virgen peregrina de  la Madre Patria, esta  recorrió en brazos de su juglar salvador y de  su ayudante escénico, las ciudades y pueblos importantes de todas y cada una de las repúblicas iberoamericanas. La Sagrada imagen era depositada en conventos religiosos e iglesias, en donde recibía culto   de  devotos de todas las nacionalidades y razas, incluidos los indios aborígenes integrados,  quienes también rezaron a la Virgencita “Chiquita”  de España:

Uruguay: Guaraní
  (Estos indios fueron culturizados, cristianizados e integrados a la civilización por la Orden Jesuita en las Reducciones y Misiones Guaraníes del río de la Plata. Mediante el Tratado de Límites en tiempos de Fernando VI y su esposa, Bárbara de Braganza, se cedieron a Portugal a lo que se opusieron los Jesuitas de las Misiones y la Orden para hacerles obedecer el Tratado envió un miembro que era de Cártama ---y aparece en la película la Misión con otro nombre---: el padre Altamirano.)
            Bolivia:  Aymara, quechua
            Guatemala: Quiche (maya), Kaktchikel, Kekchi, Mam
            Perú:  Quecha, Aymara.
            Ecuador: Náhualt, Maya
            Argentina: Quecha
Chile: Mapuche
Colombia: Guajiro  (De aquí vinieron los cantes de ida y vuelta tan famosos en España: Guajiras y Colombianas, etc.)
Honduras: Caub
Nicarague: Misquitos
Venezuela:  Warao y otros.
*****

            Y también le rezaron en las capillas de los conventos  de cada ciudad en los que  el juglar depositaba la Imagen de nuestra Virgen del corazón, le rezaron españoles de generaciones y generaciones de emigrantes a  aquellas lejanas tierras; y también emigrantes  italianos, chinos, alemanes, ingleses, etc. etc. de religión cristiana y, otros sin serlo, iban a conocer  la odisea que llevaba a cabo una Virgencita chiquita Patrona de un pueblo de España, Cártama, en los brazos de un juglar  que era  paje de Ella, y la  presentaba en los escenarios y le cantaba y recitaba el poema de sus razones para haberla 
raptado de su pueblo.