lunes, 1 de abril de 2024

 

AL PADRE



Padre, con tus manos sembradoras

Obtienes la divina realidad del trigo

Para amasar nuestro pan de cada aurora.

 

Tu alma templa el ritmo de la siembra

En la tierra, tal sagrada hembra

Que te ahijara espléndidas cosechas.

 

Tu mano castra el panal de las abejas

Y conduce el agua de la fresca acequia

Que riega el vientre de la fértil huerta.

 

Para el campo tiene corazón de nido,

Y en el campo pones la esperanza

De un dorado porvenir para tus hijos.

 

Tu recompensa es el buen Dios que regresa

Cada año en los hilos dorados de la lluvia,

Para hacer de cada surco una promesa.

 

Tu destino es seguir la yunta en la besana,

Despertar con la alondra a la alborada,

Y atrojar el grano separado de la paja.

 

 Y cuántas veces también fuimos

Tú y yo, padre, dos sombras perplejas

Ante la arruinada suerte del campesino.

 

Ahora, ya viejo y circunspecto

Ahondo en el fondo de tu alma,

Y, de gozo, se me inundan los adentros.

 

Porque de ti supe con certeza

Que cada palabra es una trinchera,

El concepto honesto un latigazo,

Y la verdad, la mejor bandera.