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Conocí personalmente al célebre rejoneador jerezano, don Álavaro Domecq y Díez, a finales de la década de los años cuarenta del siglo pasado con ocasión de acompañar al rapsoda cartameño, González Marín, a Jerez para inaugurar con un recital el Teatro, "Maravilla". Fue a partir de este momento, tras haberlo visitado por segunda vez en un viaje personal a Jeréz a primero de los años ochenta, cuando me propuse escribir artículos, o un libro, sobre nuestro insigne y universal artista, que, como se ve en la carta, tanto amó a Cártama por donde quiera que fue.
Don Alvaro y su hermano, el poeta ganadero, D. Pedro, fueron muy duros al reprocharme: "¿Qué estáis haciendo en Cártama con la memoria del mejor artista y recitador de todos los tiempos, que fue honra de España y embajador de nuestros poesía, mensajero de nuestros poetas y nuestra cultura por el mundo hispano entero...?" Don Álvaro me trató paternalmente cuando a mis ojos afloraron algunas lágrimas...
Ampliaré este comentario en otra entrega.
Por teléfono me dijo, "contesto tu carta con cierta circunspección para que puedas mostrarla a tus paisanos". Ya lo hice y ahora vuelvo a ello con esta entrega.