A la
vista del espectáculo que nos ofrece la casta política,
ante lo que los ciudadanos oponemos la más absoluta impasibilidad y, las leyes impunidad clamorosa, no es fácil negar que a
los españoles nos va el despotismo. Diríase que somos masoquistas.
Llevamos recorrido un largo trecho de pretendidas libertades y
de eufemístico Estado de Derecho para, a
la postre, seguir manipulados mediante
soportes espurios, y por fulanos
escandalosamente corruptos, a la sombra, todo ello, de un sistema político
sarcásticamente autollamado “democrático” al que,
pretendidamente, encarna una imposible soberanía popular.
Está
demostrado con los hechos que, “los hijos
de las tinieblas son más astutos que los de la luz”: El poder ha violado y
corrompido la democracia, la libertad y la justicia, falseando el sentido semántico de las palabras y adulterando los
conceptos, y ello, ¡oh canallas!, desde
las escuelas y, a través de los medios que debieran ser vehículos de cohesión
social e intercomunicación leal entre personas y pueblos. Unos llaman a eso lavado
de cerebros mientras, otros, a la misma cosa, la llaman “Educación
para la ciudadanía”.
Subrepticiamente, para definir conceptos ad hoc se usan corrompidas palabras que derivan en perniciosas herramientas en manos de hábiles artesanos sociales, cuales sindicatos, que las manejan según intereses del momento político, con el embeleso de la mayoría silenciosa a la que le llenan las entendederas de la palabra democracia, participación, soberanía popular (qué cinismo), voluntad general, libertad y justicia, que mejor y más adecuado sería denominarlo exclusión de casi todos, soberanía burocrática, voluntad particular de unos grupos, libertad de consumir y cambiante legalidad, sic.
Subrepticiamente, para definir conceptos ad hoc se usan corrompidas palabras que derivan en perniciosas herramientas en manos de hábiles artesanos sociales, cuales sindicatos, que las manejan según intereses del momento político, con el embeleso de la mayoría silenciosa a la que le llenan las entendederas de la palabra democracia, participación, soberanía popular (qué cinismo), voluntad general, libertad y justicia, que mejor y más adecuado sería denominarlo exclusión de casi todos, soberanía burocrática, voluntad particular de unos grupos, libertad de consumir y cambiante legalidad, sic.
Erich
Fromm, en “Anatomía de la destructividad humana”,
escribe: “...en los
países del “mundo libre”, la “autoridad
anónima” y las manipulaciones han reemplazado a la autoridad declarada, en los dominios de la educación, del trabajo y
la política” “...su intención es
doblegar a sus propios fines la voluntad de los indivíduos; tienen el arte de
utilizar nuevas palabras cuya sonoridad parece oponerse a la de las viejas...”
Decía antes,
imposible, porque no es posible que los ciudadanos elijan como representantes a los mejores a través de un sistema electoral de listas cerradas en cuya
permanencia “rentable”, todos los partidos, en especial los mayoritarios, están
“consensuados” como el Zapirón y el Misifú de la fábula
(¡esto de los consensos...!).
Con este
sistema hay que votar como trágalas de mandamases, listas en bloque, encabezada por un paniaguado (estómago agradecido) de las altas instancias de la casta política, que se encarga de elegir para
componer “su” lista con una reata de
incondicionales aspirantes al pesebre. Es la forma más eficaz (como dijo el otro, "está todo atado y bien atado"), de alumbrar caciques, que no le van a la
zaga a aquel Romero Robledo de antaño al que el pueblo apodó, “El
pollo de Antequera”. Hoy, ya no
nos gusta lo de cacique, porque suena a “facha”, sambenito ante el que la derecha tiembla, aunque también los hubo de izquierda. ¿Qué coña quiere decir esta
gilipollez de “facha”?. Sin embargo no menos rotundo y baldonante es el moderno apelativo partitocracia, porque ya el poder fáctico no la ejerce, como otrora, un solo personaje omnipotente,
sino toda una patulea de zampabollos afincada en el corporativismo
político.
Aquí en
Cártama, dicho sea ahora de paso y como nota paradigmática (ya ampliaremos
sobre ello), tenemos el “caso” de la Concejala de la oposición municipal y
Diputada provincial, Leonor García
Agua, cabecilla del PP local, a la que
cabe acusársele de abultadas contradicciones, sintiéndose incondicionalmente y con fe ciega, arropada en todo designio, por descabellado que sea, en su pequeña corte pretoriana en aras
del corporativismo, “no vaya a ser que encabece nuevamente la
lista por mandato de Málaga y prescinda de mí...”
Palabras, las que cierran el párrafo anterior, de una “compañera (o)” de camarilla de la susodicha Diputada. Cuando a uno en su cara le hacen tal confesión, le invade una enorme tristeza y la tentación de gritar: ¡Oh Cártama, oh España!, así vamos...
Palabras, las que cierran el párrafo anterior, de una “compañera (o)” de camarilla de la susodicha Diputada. Cuando a uno en su cara le hacen tal confesión, le invade una enorme tristeza y la tentación de gritar: ¡Oh Cártama, oh España!, así vamos...
Si se lee la historia atentamente, España ha
sido siempre un país con mucha gente de talento que, cuando la masa adiestrada por los consabidos carotas no les impedía ser ellos mismos, constituían la levadura del bloque social imprimiéndole noble carácter. Ello se dio durante el lejano
siglo de oro (pese a sus defectos), con el romanticismo, con las generaciones del 98 y la del 27, etc, con adalides de la cultura que es la que hace ricos, sabios y dignos a los pueblos, y capaces de asumir y engrandecer sus destinos.
Hoy nadie
ignora como la cultura está dirigida por incultos, controlada por sectarios de
lo políticamente correcto, hasta el extremo que en esa función de control
asfixiante, España tiene más de 450.000
políticos, uno por cada 100 habitantes, incluidos viejos y niños, que no pueden
mover un dedo ni decir una palabra que no esté controlada por el consabido
politiquillo. España con 47.000.000 habitantes, tiene el doble de políticos que Alemania que nos
dobla en habitantes y, tres veces más
rica en PIB, renta per cápita, etc.
En la
portada de un diario de tirada nacional, aparecen el trío González, Zapatero y
Rubalcaba con ocasión de la celebración del legado que dejó a España el primero
(mejor no decir el de los otros dos) y,
un titular que reza: “Zapatero escamoteó en 2.008 y 2.009 14.000.000 de euros a la hucha de la Seguridad Social
al dedicar el excedente de ésta a otros “menesteres”. ¿Es este un país serio?
Ahora,
Rajoy, otra pata del resquebrajado banco
patrio (masón como su colega Zapatero, según un último libro aparecido), no ha
tenido coraje (diríase que le falta otra cosa) para echar mano a otras "cuentas” en vez de tocarle a las pensiones, o sea, siempre pagan aquí los
débiles los entuertos incívicos y espurios de los sinvergüenzas, corruptos y macanditos de la casta política --ya sabemos, y repito por enésima vez: hay
excepciones-- Y, la Justicia ,
como se dice por doquier, sin coger el norte. Bien lo apuntaba allá en siglo de
oro Luis de Góngora:
...A veces despoja
De choza y apero
Al pobre cabrero,
Y a quien se le antoja;
La cabra más coja
Pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
Un pobre mancebo
Hurtó sólo un huevo,
Al sol bambolea,
Y otro se pasea
Con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
Cuando flautas pitos.
De choza y apero
Al pobre cabrero,
Y a quien se le antoja;
La cabra más coja
Pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
Un pobre mancebo
Hurtó sólo un huevo,
Al sol bambolea,
Y otro se pasea
Con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
Cuando flautas pitos.
En definitiva, hoy se constata, con inmensa tristeza de las personas idealistas y ecuánimes que, como dijo Jacques Estenberg, "el hombre no es, como se decía, un lobo para el hombre, sino, un rebaño para algunos hombres", y, obviamente (ya lo decimos antes) para algunas mujeres.
Deplorable. Muy deplorable.