La figura singularizada, es el pintor Paco Torres Matas; su padre el parcialmente tapado con la foto de su hijo, a su izquierda José González Marín y, tras éste el cartameño, Antonio Rodriguez, entonces alcalde de Cártama.
La fotografía, con otras del momento, fue realizada por servidor de ustedes.
Bello cuadro que él llamó, Maternidad. (Torres Mata).
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ME PERMITO REPRODUCIR EL ARTÍCULO QUE, CON MOTIVO DE SU MUERTE, DEDIQUÉ AL AMIGO IDO, EN EL PERIÓDICO, "EL AGUIJÓN", QUE INCLUÍA LA FOTO EN BLANCO Y NEGRO QUE INSERTO ARRIBA
“Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos…”
(Jorge Manrique)
Malagueña calle Atarazanas; año 1.945; en la esquina de ésta con calle Pastora, el pequeño y emblemático “Bar Loyola”, regentado por Paco Vega, y, en la otra esquina hacia El Hoyo Esparteros, la espaciosa cafetería “Sol y Sombra”, sedes oficiosas y alternativas -ambos lugares- de una entrañable tertulia (parte de ella aparece en la foto) con epicentro humano en Pepe González Marín, de la que tuve la dicha de ser asiduo desde antes de los 13 años de edad, lo cual quiere decir que constituyó para mÍ una auténtica aula de vidalogía, y un indicador inequívoco de la senda de la hombría de bien; eran gentes de cuajo, de los de antes de la guerra.
Por aquellos dos establecimientos, en busca de Pepe González Marín, pasaron infinidad de personajes, tanto de Málaga como de España entera, aprovechando que venían por esta capital para visitar al artista, si él se encontraba en ella. Era frecuente visitante, que yo recuerde entre otros, José Luís Estrada Segalerva, Lola Flores, Caracol, Marchena, Niña de los Peines y Pepe Pinto. En la última feria que toreó en Málaga, estuvo Manolete con Camará y sus banderilleros, Pintura y David, y Cagancho, y María Fernanda Ladrón de Guevara, que fue coprotagonista con el cartameño de la película, “El embrujo de Sevilla”, y políticos, y el que fuera Gobernador Militar de Málaga, el General de División, Don Bernabé Ortiz Esparraguera, y tantos, que son imposibles de enumerar aquí.
Volviendo a vereda de relato, entrambos bares, y contiguo al Loyola, tenía su establecimiento el culto peluquero, y contertulio activo, Paco Torres, amigo inolvidable de quien esto escribe: Aparece en la foto, tal se mira ésta de frente, el segundo por la izquierda sobre el busto gráfico de su hijo, el genial y famoso pintor malagueño, también mi amigo, Torres Mata, que recientemente nos ha dejado para siempre, y al que dedico estas líneas plenas de melancolía: “Algo se muere en alma cuando un amigo se va, y va dejando una huella que no se puede borrar…”, cual reza la copla de Los del Río.
Un día de un mes que de ninguno me acuerdo, pero ciertamente del año 1.945, hubo un revuelo entre los tertulianos del Loyola: “la mujer de nuestro Paco Torres ha tenido un niño, que se va a llamar Paco como su padre…”, fue la entrañable buena nueva que trajo alguien aquel día al echar de menos al maestro peluquero.
De este ambiente pleno de arte y universalidad alcanzó a conocer también aquel niño, amigo bueno hasta su muerte, al que estoy dedicando esta sucinta semblanza elegíaca, quien después, influenciado por el sol de su tierra malacitana, y para mí tengo que del ambiente en que se desenvolvió su propio padre, llegó a ser, quizás, el pintor impresionista más importante que ha tenido Málaga.
Ya en el camino de la gloria, por mandato de su numen y de su férrea voluntad, Torres Mata se echó a andar por todos los caminos de la geografía universal; visitó los jardines de dispersas ciudades aquende y allende las fronteras, y libó en ellos el pictórico néctar para su genial producción artística, poemas escritos con pinceles de sentimiento y ternura visionaria, amén de impresionista.
Torres Mata vino -a petición mía, la primera vez- muchas veces a Cártama para participar en las tertulias de la desaparecida, “Onda 8”. Era miembro y Vicepresidente de la Academia de San Telmo y estaba en posesión de infinidad de premios y condecoraciones relativas a su arte y a su bondadoso humanismo desbordado. La última vez que estuve con él fue en una conferencia que dio Jaime Capmany en Málaga y ambos hablamos con éste, incluso, del rapsoda cartameño, al que conoció en su tierra murciana con ocasión de uno de sus recitales.
¡Oh amigo bueno! No pudo ser: me tenías prometido la portada de mi libro, “Cártama histórica. El Juglar y la Virgen peregrina”. Ya no se lo pediré, faltando tú, a ningún otro artista: irá con la humildad de lo artesanal en señal de duelo por ti. A nadie he dicho esto hasta hoy. Tu marcha me trae, como he apuntado, recuerdos asociados a remotas vivencias henchidas de nostalgia, porque al hilo del cantar, “el barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar, y, cuando se va perdiendo, ¡qué grande es la soledad!”.
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Mis felicitaciones
Enviado por Bravo (no verificado) el Mié, 18/08/2010 - 18:52.
Mis felicitaciones al señor Baquero, que como siempre, nos sorprende con trozos de historia de nuestro pueblo, que nos trasladan a tiempos en que “Cártama era grande” por méritos y no por sucesos, y en otras manos se hubiesen perdido para siempre.
Dijo el poeta:
Pueblo que sabe pensar,
Pueblo que sabe sentir,
Pueblo que sabe honrar,
Pueblo que aspira a vivir.
Dijo el poeta:
Pueblo que sabe pensar,
Pueblo que sabe sentir,
Pueblo que sabe honrar,
Pueblo que aspira a vivir.